Dos curiosas anécdotas (cara y cruz) en la historia de la esgrima olímpica En todos los eventos deportivos (ya sean unos Juegos Olímpicos, los campeonatos mundiales o un certamen local) suceden infinidad de anécdotas entre los participantes, pasando unas casi desapercibidas y otras a la posteridad.
En el post de hoy, y coincidiendo que se están disputando estos días los JJOO de Río 2016, he decidido rescatar dos pequeñas historias que ocurrieron en un mismo deporte: la esgrima (pero en juegos de diferentes años) pero que son la cara y cruz de lo que puede llegar a ser un deportista honesto de otro que no lo es. Empezaré con la cara o anécdota positiva. Sucedió en los JJOO de Los Ángeles 1932. Aquella era la primera ocasión en el que en la modalidad de esgrima se permitía la participación de mujeres (como deporte es uno de los pocos que lleva desde los primeros Juegos Olímpicos de Atenas 1896).
En la categoría de Florete individual femenino disputaron la final Ellen Preis (representante de Austria) y Heather Seymour Guinness (por Gran Bretaña y conocida familiarmente como ‘Judy’). Durante el duelo decisivo los jueces otorgaron la victoria a Judy Guinness y por tanto la medalla de oro era para ella, pero en un gesto de deportividad advirtió a los jueces que su contrincante le había tocado dos veces en lugar de una, motivo por el que el oro pasó a ser para la austriaca y a la británica le correspondió finalmente la plata.
Ese gesto de ‘fair play’ hizo que Judy Guinness pasase a la historia del olimpismo como una de las deportistas más nobles. Pero en el lado contrario se encuentra Boris Onischenko quien representó a la Unión Soviética en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 en la modalidad de ‘Pentatlón moderno’, una competición por equipos que constaba de cinco deportes: tiro deportivo (pistola), esgrima, natación, salto ecuestre y carrera a pie campo a través.
Para Boris Onischenko aquellos eran sus terceros JJOO, anteriormente había participado en México 1968 (donde ganó la medalla de plata por equipos) y Múnich 1972 (en la que ganó el oro por equipos y la plata individual). Era considerado como uno de los grandes deportistas de su nación. En Montreal 1976, cuando llegó el turno de la esgrima (en el equipo de Pentatlón moderno) Onischenko fue el encargado de representarlos y quien tenía más posibilidades de ganar algún metal. Se enfrentó contra los representantes del equipo británico y uno tras otros cayeron fácil y rápidamente.
Tras imponer la delegación de Gran Bretaña una reclamación, ante la sospechosa rapidez con la que se registraban los toques que había dado el soviético a sus adversarios (por un sistema eléctrico por el que las espadas registran al entrar en contacto con el cuerpo) los jueces de la competición decidieron requisar la espada a Onischenko para examinarla con detenimiento, descubriendo que había sido modificada para marcar los toques sin haber ni tan siquiera rozado al contrario. Boris Onischenko fue expulsado de los Juegos Olímpicos y se convirtió en la vergüenza de los deportistas soviéticos, siendo expulsado del equipo nacional e inhabilitándolo de por vida a practicar cualquier deporte profesional. Para la posteridad quedó el mote ‘Boris, el tramposo’ con el que fue recordado a partir de aquel momento.
Por Alfred Lopez/ 20minutos