Jugadores del Borussia reclaman al árbitro Tobias Reichel una rectificación hecha en el VAR y que perjudicó al equipo de Dortmund. AP
En el minuto 82, el VAR se revisó a sí mismo en el estadio Signal Iduna Park, primero invalidó un penalti señalado por el árbitro de Sebastian Haller, por un supuesto fuera de juego, el partido continuó y, de repente, se paró, con el colegiado rumbo al monitor a pie de campo para ver de nuevo la acción, rectificar y señalar la pena máxima, que supuso el 2-2 del Heidenheim ante el Dortmund, que malgastó un 2-0 a favor.
Todo parecía sentenciado al cuarto de hora, cuando el conjunto local vencía por 2-0, con la polémica añadida de siempre por la interpretación arbitral de cada mano, cuando Julian Brandt marcó un gol y provocó otro, a través de un penalti. Dos acciones que, según las perspectivas y el equipo, damnificado o beneficiado, se mira de diferente forma. En las dos medió una mano. En las dos, la decisión le permitió al Borussia Dortmund sumar dos goles y marcar la diferencia sustancial que existe entre ambos conjuntos en la actualidad, reducida a la nada después, en el segundo tiempo.
El 1-0, en el minuto 7, fue de Julian Brandt, con una volea con la izquierda de primeras con la que batió de forma incontestable al portero contrario. Antes, en el desarrollo decisivo de la jugada, un despeje del Heidenheim golpeó visiblemente en el brazo de Emre Can, pegado al cuerpo, pero con una incidencia clave en el desenlace posterior.
No entendieron ni el árbitro, Tobías Reichel, ni el VAR que fuera una infracción, con lo que el gol subió al marcador, ante las protestas del rival y la espera de Brandt, pendiente de la confirmación por la revisión en la sala de vídeo. El enfado del conjunto visitante, debutante en la Bundesliga, derrotado en las dos primeras jornadas, creció con la siguiente jugada: un penalti en contra por una mano. Sí lo pareció, pese a la involuntariedad de Maloney, que cortó con un brazo la internada por el lado izquierdo del área del propio Brandt.
El colegiado fue a verlo al monitor. Pitó penalti. Lo transformó Emre Can, sutil, determinante, para anticipar la aparente resolución de la victoria. La única duda entonces era la cantidad de goles. Sabitzer acarició dos goles aún en el primer tiempo, Müller despejó otra oportunidad a Malen, otro lanzamiento de falta suyo no entró de milagro en la portería del Heidenheim… Todo aún dentro del primer tiempo, de absoluto dominio del Borussia Dortmund sobre su adversario, que apenas llegó sobre el otro área.
La reacción del Heidenheim, ya en la segunda parte, quedó frenada en otro mano, en un gol anulado por ese motivo para el equipo visitante, entre las protestas. Lo ratificó el VAR.
Un aviso para el Borussia Dortmund, que sintió ya la alerta cuando su adversario marcó el 2-1 por medio de Dinkci a la hora de encuentro para inquietar el triunfo local hasta el final. Y aún más, con el penalti de Sebastian Haller en el 77, decretado primero por el árbitro, invalidado después por el VAR, que, minutos más tarde, retrocedió a esa acción para señalar la pena máxima, porque realmente no había fuera de juego. Un giro de guión. Un empate. El primer punto en la máxima categoría del Heidenheim. Y la frustración del Dortmund, con doce minutos de tiempo añadido, en los que incluso pudo perder.
EFE