Túnez, 26 mar (EFE).- Esta semana arrancó la fase de clasificación para el esperado, atípico y muy controvertido mundial de Catar 2022, y dos poderosas selecciones mostraron que más allá del espectáculo que nos apasiona, el fútbol tiene un amplio espacio para el compromiso, un poderoso caudal para el cambio si se apuesta por explotarlo y que, en definitiva, igual que el 'Me Too' y 'Black Lives Matter', a la hora de disfrutar del balón 'los derechos humanos importan'.
Firmes en su apuesta por la democracia y la igualdad, las selecciones de Noruega y Alemania aprovecharon esta ventana planetaria para romper con la distancia que a menudo se le reprocha a los futbolistas profesionales, gladiadores en un circo mediático altamente lucrativo, para defender la igualdad y denunciar una violación de los derechos humanos que la FIFA parece empeñarse en eludir.
Los primeros vistiendo al comienzo del encuentro, mientras sonaban los himnos, una camiseta en la que se podía leer 'derechos humanos dentro y fuera del campo' y los segundos enlazados igualmente en el centro del terreno de juego con una camiseta negra con letras en blanco en forma de mosaico en la que se podía leer en inglés 'derechos humanos'.
'Hablamos sobre ello en el equipo. Obviamente afrontamos un mundial y siempre se habla acerca de como va ser. Queremos dejar claro a la sociedad que no ignoramos esto y que a cambio decimos de forma muy clara cuales deberían ser las condiciones y eso es lo que tratamos de hacer hoy', comentó a una televisión alemana León Goretzka tras la victoria sobre Islandia.
Según denuncias de organizaciones internacionales de derechos humanos, Catar mantiene una que favorece la explotación de los trabajadores, la inmensa mayoría de ellos migrantes provenientes de Asia y de otros países árabes atraídos por la riqueza de este pequeño estado del golfo Pérsico con apenas 2,5 millones de habitantes que alberga las mayores reservas probadas de gas del mundo.
Pese a los esfuerzos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aún rige un sistema denominado 'kafala' (patrocinio), que facilita el abuso y la explotación de la fuerza laboral migrante y elude responsabilidades en caso de accidentes mortales, algunos de los cuales se han sucedido durante las obras de construcción de los estadios que albergarán la gran cita del fútbol mundial
DOS MILLONES DE TRABAJADORES EXTRANJEROS SIN APENAS DERECHOS
Los trabajadores migrantes constituyen una fuerza laboral de 2 millones de personas en Catar 'sin derecho a huelga y libre asociación'. Aproximadamente la mitad de ellos están empleados en el sector de la construcción, y la 'kafala' le otorga tantos privilegios a los empleadores que estos incluso pueden impedir que cambien de trabajo, escapen de situaciones laborales abusivas e incluso abandonen el país.
A ello se suman salarios mínimos discriminatorios, reducción de emolumentos, confiscación de documentos, horarios abusivos bajo el calor asfixiante, trabajo forzoso, ausencia de inspecciones laborales y protocolos frágiles de seguridad y salud ocupacional.
Aunque la presión internacional desde que se concediera la organización del mundial -tampoco exenta de polémica por supuestos sobornos- el emirato ha introducido cambios, organizaciones como Human Rights Watch advierten que no solo han sido insuficientes, si no que algunos de ellos son meramente cosméticos ya que no están acompañadas de un mecanismo de cumplimiento. 'Si bien son positivas, estas reformas no han ido lo suficientemente lejos y su implementación ha sido desigual.
Las autoridades no están haciendo cumplir las prohibiciones de confiscación de pasaportes y el pago de tarifas de contratación por parte de los trabajadores. Y lo más importante es que, en general, el sistema de kafala permanece en su lugar', afirma. 'Además, durante seis años,
Catar no ha hecho públicos datos significativos sobre las muertes de trabajadores migrantes que permitan evaluar hasta qué punto el estrés por calor es un factor. Sin embargo, una nueva investigación médica publicada en julio de 2019 concluyó que el golpe de calor es una causa probable de muertes cardiovasculares entre los trabajadores migrantes', agrega.
A la falta de derechos de los trabajadores migrantes se añaden otras violaciones de los derechos fundamentales -las familias del clan Ghufran siguen siendo apátridas 20 años después de que el gobierno les despojara de su ciudadanía- mientras que existen graves discriminaciones a las mujeres y a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT).
EJEMPLO FRENTE A OTROS
Las mismas organizaciones subrayan que la iniciativa de Noruega, solo seguida de momento por Alemania, contrasta con la decisión 'lesiva y en dirección opuesta' de federaciones de fútbol como la española o la italiana, que en los últimos años han trasladado competiciones oficiales a países que como Catar violan los derechos humanos anteponiendo los intereses económicos a la defensa de los derechos.
En particular señalan el acuerdo firmado para disputar la Supercopa de España en Arabia Saudí, país considerado uno de los principales depredadores de los derechos humanos en el mundo y que la igual que otras monarquías absolutistas ha destinado cientos de millones de dólares a una campaña mundial para blanquear su imagen a través de la acogida de competiciones internacionales.
También critican a los numerosos futbolistas que en el ocaso de su carrera se marchan a las ligas de estos países en busca del último contrato multimillonario.
'Por eso debemos aplaudir la iniciativa de Noruega y de Alemania y pedir a más futbolistas y equipos que se sumen', explica a Efe un portavoz de HRW en el mundo árabe. 'Igual que el Mee Too, o el 'Black lives Matter', el mensaje de que 'los derechos humanos también cuentan' es muy poderoso en boca de estrellas del fútbol' como Earling Haaland o Leroy Sané. 'Esperemos que no se quede en una anécdota y se contagie', concluye.
EFE