Una mujer indigente pide dinero a los usuarios de la estación de trenes Shinjuku en Tokio, el 7 de enero de 2020. (AP/JAE C. HONG)
Refugios de cartón comienzan a aparecer en la estación de tren Shinjuku de Tokio poco antes de que haya menos usuarios a las 11 de la noche en los pasillos donde los asalariados se apresuran para llegar a casa y pasan por ahí parejas que salieron a citas nocturnas. Los exjornaleros, oficinistas y otros que duermen en cajas de cartón ofrecen una muestra no tan discreta de una subclase de pobres más ubicua, aunque prácticamente oculta en Japón, una nación acaudalada vista como ordenada y de clase media.
Los esfuerzos para limpiar lo que algunos ven como plaga urbana han precedido los Juegos Olímpicos recientes, incluidos los de Beijing, Londres y Río de Janeiro. Las autoridades de Tokio niegan estar haciendo esfuerzos para retirar a los indigentes con motivo de la cita del próximo verano. Dicen que llevarlos a los refugios es parte de un esfuerzo de bienestar general para sacarlos de las calles y encontrarles trabajo y vivienda.
“No hay nada más que los programas que ya tenemos para ayudar a las personas sin hogar”, dijo Emi Yaginuma, funcionario de la ciudad de Tokio a cargo de dichos programas. “Seguimos intentándolo haciendo rondas y hablando con ellos, pero todo lo que podemos hacer es tratar de persuadirlos”. En teoría, pasar la noche durmiendo en las estaciones de tren es una infracción.
En la práctica, las personas sin hogar han dormido durante mucho tiempo en la estación Shinjuku y otros lugares. JR East, una importante compañía de trenes que presta servicio a Tokio, no tiene regulaciones al respecto y los empleados manejan los casos a medida que surgen o cuando se quejan los pasajeros. Japón tiene una tasa de pobreza relativamente alta para ser una nación rica, con un promedio de casi 16%, según datos del gobierno de 2017.
Shigeyoshi Tozawa tiene un cuenco de laca con algunas monedas, tres figuritas de juguete con cabezas oscilantes que valen unos 100 yenes (1 dólar) y varias bolsas con mantas, ropa y otros artículos, incluidos sus poemas, que los transeúntes algunas veces le compran. “Esta es mi comunidad. Todos nos ayudamos mutuamente”, dijo Tozawa. “Aquí no hay personas sucias sin hogar. Todos estamos a la moda”.
En lo que es claramente una rutina, él y los demás se preparan silenciosamente para la noche, escogiendo sus lugares favoritos y doblando cuidadosamente las mantas. Algunos se ponen ropa de dormir y se limpian los pies con toallas húmedas, colocando delicadamente sus zapatos al lado de sus refugios de cartón. Tozawa y los demás están relativamente bien vestidos, con chaquetas, gorras de béisbol y pantalones camuflados. Algunos tienen celulares y otros dispositivos. Muchos tienen algo de dinero en el banco.
Recurren a comedores populares de la iglesia y organizaciones benéficas, y otros lugares donde pueden obtener bolas de arroz o sándwiches gratis. Muchos de ellos son “trabajadores pobres”, explica Daisaku Seto, quien trabaja para una organización sin fines de lucro para refugiados llamada Palsystem. Dice que algunos sufren traumas psicológicos y necesitan capacitación para obtener empleos mejor remunerados.
Una vez que caen en la pobreza, rara vez encuentran el camino de regreso. Pero encontrar una vivienda asequible en Tokio es difícil. Los alquileres son muy costosos y los propietarios tienden a ser quisquillosos. Para firmar un contrato incluso piden seis meses de alquiler o más por adelantado.
AP