Sentido minuto de silencio en memoria de la hija de Luis Enrique. Tragedias como las de Xana nos hacen dudar del propósito de Dios, tal como fue razonable preguntarse si tenía algún sentido continuar escribiendo poesía después de Auschwitz. Pero a su extraña, y tal vez brutal manera, la vida continúa y con ella el fútbol. Tarde de asfixiante calor en el Sadar, con un Osasuna que salió eléctrico, atacante, dos córners en cinco minutos, llevado por una afición incansable que celebraba cada balón recuperado como si fuera un gol en la final de la Champions.
En el minuto 6, como merecido premio a tanto fulgor, Roberto Torres abrió la tarde de una bella volea, con la izquierda, contra la que nada pudo hacer Ter Stegen. Un Barça errático, desconcertado, despistado, puso todas las facilidades para el gol de Torres, que remató absolutamente libre de marca. No reaccionaron los de Valverde al gol y continuaban a remolque -y a la merced- de lo que proponía el Osasuna.
El Barcelona necesitaba que el partido cambiara de ritmo y no lo lograba. Vulgar partido de un Barça que, más allá del resultado, no sabe a qué juega ni parece importarle. Ganaremos muchos partidos como la semana pasada ante el Betis, porque nos bastará salir a pasear para derrotar a rivales de muy inferior calidad.
Pero a pesar de los abultados resultados que puedan producirse, ni éste es el fútbol del Barça, ni éste es el modelo de equipo ni de plantilla ni de concepto futbolístico del Barça, ni con este juego se puede ganar la Champions cuando en marzo o en abril lleguen los equipos que sí saben a qué juegan, y cómo y por qué, y nos pasen por encima como en Roma o en Liverpool.
A la media hora, breve descanso para beber agua por el calor. Sergi Roberto vio la tarjeta amarilla por protestar y De Jong, desubicado y sin encontrarse a sí mismo jugando de interior izquierdo, fue igualmente amonestado por una falta sobre el autor del único gol. Hacía calor, el césped estaba alto, el Sadar es el Sadar, pero el Barça estaba muy incómodo sobre el terreno de juego, perdía muchos balones entre tantas otras imprecisiones, no llegaba a la portería de Osasuna y las sensaciones eran peores que las de San Mamés.
Siempre, siempre, siempre que el Barça se aleja de Cruyff se precipita en la mediocridad. Llegamos al descanso sin noticias del ataque del Barça y lo más grave es que, con el planteamiento deportivo de Valverde, y con el espíritu que impera en el club, a nadie podía extrañarle el naufragio. No se sabía si era más difícil saber quién había fallado más o quién había aportado menos. Ansu Fati empezó a calentar.
La grada del Sadar era una fiesta, con toda clase de coreografías y de cánticos. Lo mejor del Barça en la primera mitad fue el bello gesto de Jordi Alba diciendo que no con el dedo cuando cayó en el área y de lejos parecía penalti. Los jugadores y la afición de Osasuna se lo agradecieron con un cortés aplauso.
También el árbitro, Martínez Munuera, levantando en señal de aprobación el pulgar. Intolerable, vergonzosa, condenatoria primera parte del Barça. Tras el descanso, Ansu Fati sustituyó a Semedo, y con sus 16 años y sin haber ni debutado con el Barça B, consiguió al cabo de cinco minutos y de cabeza el empate.
Es el jugador más joven que en partido oficial marca con el primer equipo del Barça. Parecía no creérselo. Lo celebró, más que feliz, abrumado. Arthur entró por Rafinha. El partido se abrió y Carles Pérez y Ansu Fati rescataron al equipo de la inanidad, pero quien marcó el segundo fue Arthur, su primer gol con el Barça. El Osasuna reaccionó con nervio y llamaba con fe a las puertas del empate.
El Barcelona no sabía dormir el partido. Gran segunda parte de Busquets, pero Piqué provocó por clamoroso brazo el penalti con que Roberto Torres empató el partido. El problema no es un penalti ni la solución mágica un «teen» prometedor. El problema es un equipo y un club sin identidad y la solución es que el Barça vuelva a creer que Cruyff es algo más que una estatua en el Camp Nou.
Salvador Sostres ABC