El Barça se frenó en seco en una noche apocalíptica, con el VAR mostrando que nadie está a salvo, Valverde enseñando que su confianza está limitada a la columna vertebral de la plantilla y con el Girona dejando al descubierto que el campeón está lejos de su mejor versión. El 2-2 definitivo fue el marcador y el resultado de un futbol que no llega, que no alcanza.
Lo que las victorias ocultaron en Valladolid o San Sebastián, incluso la goleada ante el PSV o el triunfo sobre Alavés, quedaron en el escenario en el séptimo choque de la temporada. El Barça celebraba que Messi se convertía en el extranjero con más partidos en Primera División, 423, pero el otro récord, el de mejor comienzo de temporada de toda su historia, se quedó en el armario. Lionel Messi y el Barcelona dejaron para mejor ocasión el que hubiera sido su mejor arranque de temporada en años recientes.
Seis victorias, como en 1929 y 1960, sumó este Barça de Valverde hasta quedarse atrapado en la nada. Comenzó sorprendiendo el entrenador con un rosario de cambios en el once, atrevido que parecía, dándole la titularidad por primera vez a Lenglet, Arthur y Arturo Vidal y acabó con su grupo de confianza después de un doble cambio que aún fue más sorprendente, cuando sacó del campo a los dos mediocampistas en una evidente forma de señalar sus planes a todo el mundo. Fue entretenido de principio y agobiante al final. De entrada, con el gol de Messi a pase de Vidal que parecía apagar la fe del Girona, que no desapareció.
Cambiaron las cosas a partir de la expulsión de Lenglet, decidida por el VAR, y cambiando una decisión del árbitro, quien pasó de señalar falta a favor del Barça por el choque del francés con Pons, a mostrarle la roja por el aviso de sus “ayudantes televisivos”. Esa jugada desconcentró al Barça y le dio alas al Girona para igualar en un error garrafal de Piqué, lento en el control dentro del área, para que Stuani le dejase señalado antes de igualar al borde del descanso.
Sin más que fe Al inicio el segundo acto, Valverde comenzó a dejar ya clara su forma de decidir. Dejó fuera a Dembélé e ingresó a Umtiti para asegurar la zaga, pero, muy pronto, otra indecisión de Piqué acabó con Ter Stegen salvando a Portu, pero no evitando el remate inapelable, bestial, de Stuani a la red.
El susto ya estaba presente en el Camp Nou, cuando el entrenador local dio la puntilla a los fichajes sacando de una tacada a Vidal y a Arthur para que entrasen Rakitic y Coutinho. ¿Mejoría? Ninguna. Nada más allá del empate, afortunado, de Piqué y que dirigió el partido a un final épico para el Girona y desesperado para el Barça, buscando la victoria de cualquier manera y encomendándose, como siempre o casi siempre, a Messi, convertido en el totem de un equipo al que se le escapaban las ideas y le llegaba tanto la impaciencia como el miedo. Así acabó. Fin de la racha y bienvenidos a la realidad. Este Barça no es, ni de lejos, el esperado. Algún día tenía que pagarlo en el marcador.
Jordi Blanco | ESPN