Ningún atleta, hombre o mujer, suscitaba tanta expectación como Christian Coleman. Venía de batir en dos ocasiones el récord el mundo de 60 metros en poder de Maurice Greene (6.39). La primera vez (6.37) podía haber sido en vano, porque los tacos de salida no eran electrónicos. Mientras se dilucidaba el tema, Coleman corría en la altitud (1.500 metros) de Albuquerque en 6.34. Asunto concluido.La retirada de Usain Bolt ha dejado un vacío en la velocidad mundial que el atletismo está ansioso (y necesitado) por llenar cuanto antes. La figura de Coleman, objetivamente descollante, ha cobrado una importancia suplementaria.
En Birmingham fue digno de ella. Comportándose con la seguridad casi indolente de las estrellas, ganó con 6.37. Su tercera carrera del año por debajo del récord de Greene y, por extensión, de los 6.40.Se trata de un atleta de mediano formato (1,75 y 73 kilos), particularmente dotado en principio para la pista cubierta, un territorio propicio para los calibres pequeños. Subcampeón al aire libre en Londres, su marca a cielo abierto en los 100 es de 9.82. No parece un corredor de 200. Pero incluso así ha corrido en 19.85, un tiempo muy notable. El martes próximo cumplirá 22 años. Nadie puede sustituir a Usain Bolt, pero Coleman puede ayudarnos a añorarlo menos de aquí en adelante.
CARLOS TORO EL MUNDO