BARCELONA (Jordi Blanco | ESPN ) — El Barcelona viajará con ventaja a Mestalla en busca de su quinta final de Copa consecutiva. Le costó, y no poco, pero venció al Valencia en un Camp Nou semivacío gracias a otra asociación decisiva entre Messi, asistente, y Suárez, rematador, que le dio ese 1-0 mínimo con el que ganó la ida de esta semifinal.
El Valencia, ultradefensivo y megaconcentrado, rebajó los humos al equipo de Valverde, incapaz de romper la tela de araña propuesta por un Marcelino que recordó la mejor versión de Claudio Ranieri, que le mantuvo la igualada hasta bien entrada la segunda parte y que solo cedió a la magia habitual del 10, definitivo para entender todo lo que significa el Barça. Luis Suárez contra Andreas en el Barcelona contra Valencia
La eliminatoria, como quería el entrenador che, se decidirá en Mestalla. Como ya adivinó antes del encuentro Valverde y como podía suponerse. Nada que ver con el 7-0 de hace dos temporadas, al campeón le ocupó más de una hora romper el empate, mucha paciencia y no caer en una precipitación que llegó a contemplarse en alguno de sus jugadores. Del Tridente al equipo, la marcha de Neymar al comienzo de temporada cambió muchas cosas en el Barça y oculta entre los fichajes y demás, se descubrió, de pronto, una situación invariable: se llama Messi y es quien todo lo arregla en el momento oportuno. Lo hizo frente al Espanyol, lo repitió ante el Alavés y volvió a expresarlo contra el Valencia.
A grandes problemas, la llamada al 10 se entiende la solución infalible. Sin profundidad, sin juego por bandas, sin rapidez y sin combinación, al Barça se le hacía la eliminatoria más antipática a cada minuto que transcurría y el Valencia, agazapado, duro, sobrio y atento, le mantenía el pulso. Incluso se atrevía a salir a la contra buscando el susto que no llegaba pero que sí daba a entender que debería existir un partido de vuelta, en Mestalla, que se convierta en una fiesta por todo lo alto…
Alcanzó feliz el equipo de Marcelino el descanso y disfrutó hasta que Valverde se cansó del tedio y dio entrada a Coutinho, extrañamente apartado a banquillo de entrada a favor de Aleix Vidal.
Fue precisamente a él a quien sustituyó para, casi sin darse cuenta, empezar a cambiar el formato del juego. Se notó más cómodo a Messi… Y de su comodidad nació el cambio. Y el gol. Marcó por octavo partido consecutivo Luis Suárez gracias a un centro medido, suave y fenomenal, de Leo para que sin atropellar al rival el Barça, al menos, tomase la delantera. En un duelo atípico e inesperado, con el Valencia encerrado pero saliendo de excursión en contragolpes que daban a pensar en el sufrimiento, el campeón se llevó una victoria de mínimos que le mantiene, todavía, con la etiqueta de favorito.
Eso es invariable. A fin de cuentas, Luis Suárez, 13 goles en los últimos 10 partidos, es el mejor socio de Messi y el mayor abrelatas de un Barça que respiró aliviado, aun sabiendo que deberá sufrir en Mestalla.