El imparable número 3,000. Una de las metas de cada bateador que debuta en las Mayores. Es, sin duda, uno de los logros que garantizan (casi) siempre la entrada gloriosa al panteón de los inmortales, el Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown. Una tarde de 1971 el exjugador de las Grandes Ligas y estrella de los Filis de Filadelfia durante la década de los 50 del pasado siglo, Richie Ashburn, le hacía una pregunta singular al, en ese momento, ícono del mejor béisbol del mundo y astros de los Piratas de Pittsburgh, el puertorriqueño Roberto Clemente. “¿Cuándo batearás el 3,000?”- le preguntaba Ashburn al “Cometa de Carolina”.
“Bueno, nunca sabes. Como he dicho antes, nunca sabes, porque Dios no te dice cuánto tiempo estarás aquí. Por eso nunca sabes qué puede pasar mañana. Yo diría que si todo sale bien, debería batearlo alrededor del Juego de Estrellas del año que viene”… Ese día resultó llegando el 30 de septiembre de 1972, cuando Clemente disparó el que fuera, además, el último hit de su carrera. Cosas del destino y del béisbol. El 31 de diciembre de ese mismo año viajaba Clemente a Managua, Nicaragua, para donar (entre otros productos) alimentos, kits de primeros auxilios, pañales y baterías a las víctimas del terremoto que sacudió a la capital nicaragüense el 23 de diciembre de 1972. Pero nunca llegó: el avión que lo transportaba se estrelló en el Océano Atlántico, y el cuerpo sin vida de Clemente no fue encontrado.
Tenía 38 años. También dijo alguna vez Clemente: “Cada vez que tengas la oportunidad de hacer una diferencia en este mundo y no la haces, entonces estás desperdiciando tu tiempo en la tierra”. Hoy, a 45 años de su muerte, el legado del inmortal es enorme en el béisbol. Por eso su presencia inunda cada rincón del PNC Park, casa de sus amados Piratas, en Pittsburgh y representa el orgullo latino en el béisbol en cualquier lugar del mundo. ¡Gloria eterna a Roberto Clemente, la excelencia, la humildad y el béisbol total unidos en un mismo cuerpo!
Por Daniel G. Alfonso MLB