La confusión cubrió el Estadio Olímpico de Londres. La serbia Ivana Spanovic, bronce en el salto de longitud de los Juegos de Río, ídolo en su país, popular en muchos otros por su carisma, acababa de aterrizar seguro, seguro, seguro, más allá de los siete metros. Era su último intento. Y parecía el bueno.
La líder de la prueba era la estadounidense Britney Reese con un registro de 7,02 con lo que, si la medición confirmaba lo visto, Spanovic iba a superarle y llevarse el oro del Mundial. Pero unos segundos después del brinco, llegó la sorpresa: 6,91 metros. La serbia se quedaba ya no sin la victoria sin el podio: cuarta por detrás de Reese, la rusa Darya Klishina y la también estadounidense Tianna Bartoletta.
Y lo ocurrido, claro, necesitaba una explicación. ¿Habían medido mal los jueces?, ¿Qué tipo de contubernio había montado?… pero una repetición calmó todos los ánimos: Spanovic sólo había tenido mala suerte. En pleno vuelo se le soltó uno de los imperdibles de su dorsal trasero y el papel rastrilló la arena unos 10 centímetros antes de donde verdaderamente cayó. Ese imperdible le había dejado sin medalla, seguramente sin el oro.
La saltadora no se lo podía creer, miraba a su entrenador incrédula, empezaba a llorar sus penas y finalmente se marchaba sin querer saber nada del mundo. Mejor. Porque si alguien le hubiera recordado que la Federación Internacional (IAAF) retirará el año que viene, precisamente el año que viene, esos dorsales traseros, su cólera podría haber sido, ésta sí, de oro.Horas después, de hecho, la Federación Serbia puso una reclamación y la IAAF le contestó tajante con la normativa: "La marca del salto la marca o cualquier cosa que esté anexada a éste"
POR JAVIER SÁNCHEZ/ EL MUNDO