Madrid, Lionel Messi se echó al Barcelona a las espaldas y marcó dos tantos en la victoria por 2-3 del cuadro catalán sobre el Real Madrid en el clásico del futbol español disputado este domingo en el Santiago Bernabéu. No faltó la polémica arbitral, ni el pleito eterno entre Piqué y Sergio Ramos, que acabó viendo la tarjeta roja por cuarta ocasión en un clásico. En cuanto pitó el final de la primera mitad, Suárez, Piqué y Messi se agolparon alrededor del árbitro Alejandro Hernández Hernández.
Su permisividad con los locales; ese no querer cobrar protagonismo para tener el juego bajo control, acabó poniéndolo bajo los reflectores del Santiago Bernabéu. Hacía escasos minutos que había perdonado la segunda amarilla a Casemiro por un tremendo pisotón a Lionel Messi con el que cortó su carrera hacia la portería de Keylor, que estaba a punto de enfrentarse solo a la mayor amenaza culé. Pero el enojo de Messi venía de antes, cuando Marcelo le propinó un codazo en la boca, provocándole una herida que sangró aparatosamente.
Una falta que el árbitro consideró involuntaria, por lo que no vio ni la amarilla. Real Madrid era un manojo de nervios, pues el partido se les salía de control. Habían dejado pasar sin mayor ruido un penal de Umtiti a Cristiano Ronaldo en el primer minuto que el silbante no concedió sin pensar en lo bien que les habría salvado el partido.
Ambos equipos sabían que la vida les iba en el partido; media Liga para el Madrid y la resurrección para el Barcelona. Salieron, los 22, a pelear como nunca, pero empezó luciendo el color blanco. Modric abría el camino y Cristiano buscaba por todos los medios a Ter Stegen. Ganaban terreno y confianza. Y más cuando Ter Stegen intervino en un par de ocasiones para salvar el cero en su portería antes de que Casemiro, en un golpe de suerte, pusiera el 1-0 en el marcador a los 28 minutos de juego.
Un centro de Marcelo desde lejos para Sergio Ramos, que estrelló el balón en el poste. El rebote le cayó a Casemiro, que estaba solo frente a la portería y solo tuvo que empujar. Aunque Ramos estaba bien colocado, había un pelotón merengue en el área y el Barcelona se enfureció por un posible fuera de lugar. Pero el árbitro lo dio por bueno y no había más que hacer que buscar la remontada. Hacía rato que Messi se había limpiado la sangre, pero no el enojo.
El Madrid sentía que tocaba el cielo y no quiso ver la determinación con la que el argentino buscaba revivir las esperanzas culés. La indulgencia con la que lo dieron por anulado fue su perdición. Cuatro minutos les duró la ventaja. Descuidaron hasta la marca sobre el '10', que ni siquiera tuvo que entrar de puntitas. Abrió la puerta de jalón cuando la defensa entera se fue sobre Luis Suárez para evitar el disparo y Messi, en una furiosa carrera llegó desde atrás justo a tiempo para recibir el pase retrasado y con un amago de recorte quebrarle la cintura a Dani Carvajal antes de batir a Keylor Navas. El impacto psicológico en los blancos fue brutal. En un instante pasaron de compartir el control a verse acorralados.
Su nerviosismo empeoró cuando al minuto 36 Gareth Bale – que volvía de lesión – pidió su cambio por molestias en el gemelo izquierdo. Los blancos recobraron la compostura tras el descanso, pero el control seguía en poder del Barcelona, que guiados por el incansable '10' argentino empezaron a creer en la victoria.
No fue un milagro que el Real Madrid aguantara el 1-1 hasta el 72', pero casi. Keylor, que acababa de ampliar la peor racha en la historia de la Liga a 16 partidos consecutivos recibiendo gol, se había lucido con tres paradas. Hasta que llegó el balón al que no alcanzó a llegar en un disparo cruzado de Ivan Rakitic desde fuera del área. La fortuna que ha mantenido a flote a los blancos lo abandonaba poco a poco.
Zidane se había guardado a Casemiro para no acabar en inferioridad numérica y de todos modos tuvo que jugar los últimos 15 minutos con diez. En la enésima entrada con dureza a Messi, el árbitro decidió actual y mostró la roja directa a Sergio Ramos. Peor aún, Ter Stegen lo estaba parando todo.
A falta de golpes de suerte, Madrid sacó fuerzas de la famosa épica hasta que en una carrera a la contra en pelotón, un centro de Marcelo pesca abierto a James, que se anticipa a la salida del arquero alemán para poner el 2-2. Fue inútil. Messi ya se había adueñado del partido y, de nuevo, sin que nadie lo viera mientras todos cuidaban a Andre Gomes de un disparo, Messi atravesó el área transversalmente y con sigilo para poner el 2-3 ante una impotente y desarmada defensa blanca.
Por Paola Núñez | ESPN