Kevin Gameiro se estrenó como goleador con el Atlético de Madrid, pero no bastó para evitar un tropezón. El cuadro colchonero apenas pudo sacar un empate 1-1 en su debut liguero ante el Alavés en el último partido de la jornada disputado este domingo en el Vicente Calderón. Al Atlético le tocó dar la bienvenida a Primera al conjunto vasco, que pasó la última década deambulando por Segunda y Segunda B. Alavés, en ese papel de novatos, extremaron la precaución en defensa, dejando al Atlético el balón y la iniciativa. Aunque los colchoneros aún no se acostumbran del todo al papel de dominadores en la cancha, se les ve mucho más cómodos y con ideas cuando tienen el balón.
A final de cuentas, se trata de un equipo que tiene más que asimilada su dinámica en la cancha con Gabi y Tiago, de vuelta tras una larga lesión, que dan fluidez y seguridad al juego de los rojiblancos; Filipe y Juanfran, que son un dolor de cabeza por los costados, o Koke y Saúl, hoy un poco más discretos de lo habitual, pero que aún así son un peligro constante. La férrea defensa de siempre, o casi, dado que Savic le ha comido el mandado al uruguay José María Giménez. No estaba, y fue un gran factor, Girezmann, que cumplía partido de sanción. Y sin su máximo goleador, el Atlético sufrió frente al marco contrario pese a las múltiples oportunidades de gol. A Yannick Carrasco se le atravesó un poste; a Gameiro, la falta de puntería y el exceso de fuerza en el disparo.
De la decena de oportunidades de gol desaprovechadas por el Atlético de Madrid en el primer tiempo, esas fueron las más claras. El Alavés, en contraste, apenas pudo acercarse a Jan Oblak. Con pocas ideas y una notoria inferioridad con respecto a los rivales, no podían hacer mucho más que contener a los locales cuando y como podían. Por ahí llegaron a robar un balón y lograron lanzarse a la contra sorprendiendo a los centrales rojiblancos, pero no pasó a mayores.
El disparo de Ibai Gómez apenas inquietó al arquero que defiende el Zamora. Tras 45 minutos que se hicieron eternos debido a la frustración de tanto intentarlo sin lograr penetrar la puerta de Pacheco, y aprovechando que el Alavés amenazaba poco y nada, Simeone decidió enviar al resto de jugadores de ataque a su disposición a la cancha. Dio descanso al veterano Tiago para mandar a Torres. Casi inmediatamente recurrió a Nico Gaitán en lugar de Gabi y poco después, a Ángel Correa por un exhausto Yannick. Pese a haber sacrificado a los jefes en la media, los del Cholo ganaron terreno, pues dados los limitados recursos del Alavés, rarísima fue la vez n que perdieron el balón.
Pero ni así atinaron a acertar a la puerta. Se atravesó otro poste, esta vez a Fernando Torres, que además la mandó fuera un par de veces. Otro fallo de Gameiro, tres de Saúl, un par de balones estrellados en la defensa y el enésimo centro cortado por el arquero visitante. 27 disparos en total. El Atlético no fue efectivo ni a balón parado con todo y que tuvieron al menos diez tiros de esquina. Los del Cholo, simplemente, no tenían tino.
Llegó la luz de esperanza en el último minuto. Una inocentada de Laguardia combinada con el colmillo de Fernando Torres salió carísima a los recién ascendidos. Un agarrón del brazo que empezó en el límite del área acabó con el derribo del ‘9’ y el árbitro concedió el penal para que Gameiro se estrenara como goleador. 1-0 y el Vicente Calderón celebraba ya por todo lo alto. Tanto, que gran parte de la afición ya había abandonado la cancha cuando Manu García batió a Oblak con el único disparo de los vascos en todo el partido, imparable para el esloveno y mortal para el Atlético, que en menos de un minuto recuperó dos puntos tan sólo para volverlos a perder. Lo importante para Diego Simeone, eso en lo que insiste una y otra vez, es que se crean oportunidades y en cualquier momento puede caer el gol. Que la perseverancia y constancia son cruciales en el éxito de su equipo.
Pero el Atlético de Madrid no se puede dar ese lujo si compite por el título – y teniendo el plantel más caro de su historia, es insostenible cualquier otro discurso. No puede permitirse sumar victorias por la mínima si la competencia por la cima gana sus partidos con tres y cuatro goles de diferencia, respectivamente. El año pinta lo suficientemente difícil para que un partido sin perder parezca lo contrario.
Por Paola Núñez, ESPN
