Mutaz Essa Barshim, que partía como favorito, hubo de conformarse con la medalla de plata con 2,36, y el ucraniano Bogdan Bondareko se alzó con la de bronce con 2,33. La final no pudo contar con el saltador emergente, el italiano Gianmarco Tamberi, que se lesionó en Amsterdam al ganar el título europeo, pero presentaba a tres con marcas de 2,40 o por encima (Bondarenko, Drouin y Marshim), aunque sólo el último lo ha hecho este año, y a cuatro que ya habían pisado podios olímpicos.
Barshim, uno de los candidatos a batir el viejo récord mundial de Javier Soktomayor (2,45), partía como líder del ránking con los 2,40 metros que saltó en junio en Polonia, aunque en Mónaco, donde fue cuarto, dio signos de irregularidad. Una primera gran criba se produjo cuando el listón se elevó a 2,33, altura que sólo resultó accesible para seis contendientes. Tres centímetros más arriba ya estaba seleccionado el podio. Barshim y Drouin siguieron una trayectoria inmaculada hasta superar los 2,36 y compartían el primer lugar, mientras que Bondarenko renunció a esa altura para atacar los 2,38.
El canadiense saltó los 2,38 limpiamente a la primera, en tanto que Barshim y Bondareko derribaban. Para arrebatarle la medalla de oro estos dos últimos iban a tener que saltar 2,40, pero ninguno de los dos anduvo cerca. El ucraniano, que estaba tercero, falló dos veces en 2,38 y se dejó el último intento para los 2,40.
Todo inútil. Derribó la vara con la mano y el oro se fue para Canadá. El británico Robbie Grabarz, que compartió bronce en Londres con Drouin y Barshim, había recuperado su mejor nivel para ganar medallas de plata en el Mundial en sala y en el Europeo al aire libre-, pero en la final olímpica se quedó a las puertas del podio con 2,33. El estadounidense Erik Kynard, subcampeón olímpico en Londres, saltó lo mismo que Bondarenko (2,33) pero los nulos le castigaron y terminó sexto.
EFE