En Francia la fiesta del fútbol está encendida. En cada rincón del país se disfruta del balón, en las gradas, en los estadios; solo parece no estar en un lugar: en el conjunto de Francia. Con mucho que mejorar los, franceses se salvaron por tener a Antonie Griezmann en su equipo y consiguieron voltear un partido que comenzaron perdiendo llevándose una victoria (2-1) que los mete en los cuartos de final.
Toda la expectación reunida en torno a este choque quedó resumida en los primeros 45 minutos del partido. Allí quedaron papables todas las carencias de una escuadra francesa que desde que comenzó el torneo, de futbol ha mostrado muy poco. Los temores se confirmaron apenas sonar el silbato, porque Pogba cometió un penal tan claro como evitable; Brady se encargaría de transformarlo adelantando así a la selección irlandesa.
Después el guión cambió completamente y lo que se vio fue un primer tiempo que ninguno de los dos conjuntos había planeado. Irlanda se defendía como podía y los franceses arrinconaban al rival en su propia área no tanto con la idea de empatar (que era lo obvio), sino tratando de convencerse a sí mismos de que pueden dar más de lo que están demostrando. Mientras hacían sus intentos una sinfonía de silbidos se hizo presente; porque al igual que los jugadores, la grada esperaba otra cosa.
Con el mal juego y la ausencia de figuras el segundo tiempo transcurría igual que el primero. Payet no estaba lucido, pero aparecía; a Pogba ya ni se le espera, se le busca pero sin en ahincó de antes; entonces cuando las caras volteaban hacía Madrid con anhelo (Ay Benzema…), emergió la figura de Antoine Griezmann.
El delantero francés actuó de manera supersónica y en menos de cinco minutos, con dos zarpazos, dio un giro al partido. De cabeza primero y con la zurda después remató a una Irlanda que les hizo pasar muchos sustos a los galos, simplemente con una buena defensa y contras precisas.
Lo de Griezmann debería ser considerado de estudio científico, porque su forma de cabecear no coincide con su estatura, pero su voracidad le hace ganar a jugadores más altos y corpulentos; además, con su velocidad entra por los resquicios menos pensados y sorprende a cualquier defensa. Sin duda, el conjunto galo tiene un ataque más letal con él y Deschamps un salvavidas que debe rogar no perder nunca. Francia sigue en carrera manteniendo vivo el sueño de todo un país. Griezmann es uno de los pocos rayos de luz de un equipo que por ahora recorre un camino oscuro. Su juego debe mejorar para el partido que viene, porque si la luz se apaga el anhelo del título también puede hacerlo.
Por Manuel Vargas Meridiano