Paola Nuñez. ESPN
MADRID — Madrid se acostumbra a sufrir. El conjunto merengue cumplió con su misión y gracias a una victoria por 3-2 se aferra a esa remota posibilidad de salir campeón, pero acabó pidiendo la hora aún jugando en superioridad numérica tras la expulsión de Rodrigo en la recta final. El último partido de la campaña 2015/16 en el Santiago Bernabéu fue tan raro como ha sido el año para el conjunto merengue, que se mete en problemas en el momento más inconveniente y casi de rebote, revive cuando menos se le espera.
Madrid llegaba a la penúltima jornada de la Liga con la misión de ganar para mantenerse vivo, pero se tomó su tiempo para encaminarla y tranquilizar a una grada en permanente estado de angustia, con un ojo en el terreno de juego y otro en los resultados a muchos kilómetros de distancia, donde Atlético y Barcelona hacían lo propio. Madrid controlaba, pero no llegaba. Le faltaba esa energía que Gareth Bale había infundido en las últimas semanas; la visión panorámica de Luka Modric.
La seguridad de Keylor. Los centros pintados de Dani Carvajal. Demasiada baja importante, aunque de suerte volvían Casemiro y Karim Benzema tras pasar por la enfermería. Poco a poco fue empujando al Valencia hacia su mitad hasta que a 24 minutos del arranque, dio su primer aviso. Un disparo de Cristiano que salió demasiado desviado. Apenas habían dado lata en la portería rival hasta ese momento, pero una vez que el portugués les tomó la medida no hubo manera de frenarlo y no falló a la siguiente. Con un disparo cruzado desde el límite del área fusiló a Diego Alves después de recibir un pase desde la izquierda de Marcelo y dar dos pasos para librarse de la marca. La grada se animó. Cinco minutos después celebró.
En Valencia, el Levante acababa de sacarle el empate al Atlético de Madrid. No lo sabían los hombres de Zidane, que permitían que Valencia tomara vuelo en busca del empate. El rival también era un vivo reflejo de su temporada. Lento, sin ideas e impredecible. Un momento daban la impresión de haber bajado los brazos y al siguiente hacían gala del orgullo intentando empujar al Madrid hacia atrás.
El Madrid no cedía y menos con el primer susto en la portería de Casilla, cuando de milagro Parejo no conectó un peligroso balón de Alcácer. Y justo cuando la angustia amenazaba con volverse a apoderar de los merengues, Benzema resolvió en la jugada polémica del partido. Ni el francés supo con certeza si su gol fue legal o no, pues el juez de línea había levantado el banderín, pero el árbitro lo concedió que fue lo importante. Un balón despejado de Alves que Cancelo, en un intento por cortar, terminó poniendo en los pies de Benzema, que no dudó en rematar.
El equipo se fue tranquilo a las regaderas, pero apenas duró la calma, pues Valencia, aún sin muchos recursos, se había apoderado del partido en la segunda parte. Marcelo había dejado la banda libre para que Valencia hiciera lo que quisiera. Desde ahí llegó el pase para Rodrigo, que disparó a placer mientras Casilla, que cayó en el engaño, se aferraba al poste. 2-1 y el Madrid comenzaba a temblar. Quedaba más de media hora y su defensa era tan endeble como de costumbre.
Cristiano, como de costumbre, los sacó temporalmente del apuro en un contraataque. Recibió un pase filtrado y emprendió la carrera para definir. Recuperada la ventaja de dos goles, Zidane movió ficha. Sacó a Vázquez, tocado tras recibir un duro golpe, y dio minutos a Kovacic y a 15 del final, el momento simbólico: minutos para Álvaro Arbeloa, que disputaba su último partido como merengue en el Bernabéu, en lugar de Cristiano. Su seguridad se hizo trizas poco después. Con un soberbio derechazo en un tiro de esquina, André Gomes puso el 3-2 a nueve del final. Después, la locura. La expulsión a Rodrigo por insultar a un rival; un tanto anulado al Madrid por fuera de lugar y los nervios de punta en la grada. Su equipo volvía a jugar con fuego y de milagro no se había quemado.
