Con una derecha explosiva e inesperada, Deontay Wilder noqueó al polaco Artur Szpilka y abrió un año que promete regresar, luego de muchos años, la división de los pesos pesados a su histórico primer plano. Y la jornada no pudo ser más emblemática. Se celebró en el mítico Barclays Center de Brooklyn NY, que luego de 116 años presentó un programa de la máxima división.
A la trascendencia de la pelea Wilder-Szpilka, se sumaba la presencia entre el público de su casi seguro próximo rival y retador oficial del CMB, Alexander Povetkin, así como la emergente figura del británico Tyson Fury que como era de suponer, armó su show sobre el ring cuando subió a retar a Wilder.
En la coestelar, se dirimió el título vacante de la FIB, entre estadounidense Charles ‘El Príncipe’ Martin y el ucraniano Vyacheslav Glazkov. Este último sufrió una lesión en la rodilla izquierda y no pudo proseguir en el combate. De forma errónea se decretó la victoria de Martin por TKO y el invicto estadounidense es nuevo monarca. En los pocos minutos de acción, ninguno mostró supremacía, no hubo impactos que conmovieran y el trámite de la pelea, era merecedora tal vez de un “no contest”. A mi juicio Charles, por lo mostrado ante Glazkov, no parece ser una amenaza seria de los otros campeones de la división, pese a su buen récord.
VIRTUDES Y DUDAS EN WILDER
La nueva presentación del súper noqueador estadounidense era aguardada con mucha expectativa. Su paso arrollador por la categoría, es un aliciente para quienes aspiran a ver a los pesos pesados nuevamente en el primer plano. Y como amplio favorito, Wilder subió al cuadrilátero a ganar y rendir un nuevo examen sobre sus cualidades. Al cabo del pleito, se constató que no es un invento el poder de su pegada pero también se mantuvo la incertidumbre sobre la calidad técnica de su boxeo.
A Szpilka le bastó con su buen trabajo sobre piernas, movimientos de torso y golpeo esporádico en corta distancia para complicarle la pelea al campeón del CMB. El polaco, tal como lo imaginábamos, se movería hacia su derecha de manera permanente, utilizaría el movimiento de cintura para quitarse golpes de poder, buscaría achicar distancia para soltar combinaciones rápidas y en última instancia practicaría el contragolpe. Moverse no fue problema, pero llegarle con sus golpes a Wilder si lo fue.
El estadounidense tiene un libreto simple y básico, basado en sus ventajas físicas. Suele no arriesgar, espera y utiliza el jab de manera permanente (lanzó 195 golpes de este tipo) y trallazos con la derecha larga por afuera. Cuando da el paso atrás, llamando al rival a la pelea corta, siempre marca la distancia con el jab de izquierda y cuela enseguida la derecha recta. Es su combinación estrella y con la cual acertó al polaco en dos o tres ocasiones.
Szpilka no es un noqueador, tampoco un amante del intercambio abierto y si bien lograba acortar distancias, si lograba acertar algún golpe le faltaba secuencia. En todo momento demostró respeto por el poder de la derecha de Wilder y trato de boxear lejos de la misma. Su estrategia le dio buenos resultados pese a todo, especialmente porque desnudó algunas carencias elementales de Wilder. En primer lugar su estabilidad defensiva. El campeón CMB no sabe trabajar sobre piernas cuando es acosado, como tampoco consigue cerrar adecuadamente su guardia en retroceso. Wilder confía tanto en su altura y buen uso del jab, que parece carecer de una segunda línea defensiva. Como le ocurrió ante Eric Molina y el francés Johann Duhaupas, cuando el rival llega al intercambio en la corta distancia sufre y recibe castigo.
Ante Szpilka, padeció esos problemas aunque la falta de poder en el golpeo de su rival evitó mayores riesgos. El polaco se jugó a esperar y Wilder duda cuando debe asumir el protagonismo ofensivo. Su fuerte es esperar, marcar la distancia con el jab y cuando el rival se abre buscando entrarle, suelta su mortífera derecha.
La batalla de Brooklyn finalizó abruptamente y de esa manera. Szpilka fue a buscar la corta distancia, pero no lo hizo con la velocidad y la dinámica adecuada. Transformó sus precauciones en lentitud, expuso todo el lado izquierdo de su cara antes de iniciar el golpeo y ante un hombre cuya mayor fortaleza radica en la mano diestra eso fue un suicidio. Wilder con un derechazo corto y preciso, lo mandó a dormir en la lona y terminó la pelea en el noveno asalto. Un final espectacular y que ratifica la mayor virtud de Wilder, el poder de su pegada. La victoria asimismo permite abrir la cuoto de expectativa que necesitaba la categoría para el 2016.
Las virtudes y carencias del estadounidense, ya sabemos que hacen que cualquiera de sus peleas sean un acertijo en lo previo. Eso significa incertidumbre y mucha emoción. El KO en las batallas de Wilder nunca llegará en lo inmediato, él antes pasará por sofocones, deberá corregirse sobre la marcha, tendrá que luchar contra sus problemas defensivos y hasta acudir a su asimilación porque siempre recibirá buenos golpes de sus rivales. Un mérito, sin duda, que pese a ello sume un nuevo KO a su impresionante palmarés (36-0 con 35 KOs) y se consolide como el mayor noqueador del presente. Es por eso que en la pelea donde regresaron los pesos pesados al Barclays Center, luego de 115 años, Deontay Wilder fue más campeón que nunca.
Por Bernardo Pilatti ESPN
