Por Andrés Pascual
Tony Taylor estaba considerado el mejor pelotero de Cuba cuando Fidel Castro decidió liquidar el profesionalismo. Cuesta abajo Miñoso por la pérdida de sus extraordinarias facultades, nadie como “El Chino” de los Azules del Almendares, jugador completo, para sustituirlo; además, era pelotero regular en Grandes Ligas.
Había debutado en las Mayores en 1958, a los 22 años, con los Cachorros de Chicago, al lado del inmortal Ernie Banks a quien, dice, le agradece muchos de los secretos que necesitaba conocer un bisoño intermedista que había sido convertido en segunda base desde la esquina caliente. Con Banks formó una gran combinación de dobleplays alrededor del segundo saco.
A Taylor lo firmaron los Gigantes de Nueva York primero y, desde las Ligas Menores, fue cedido en cambio al Chicago; en Cuba le ocurrió parecido: le firmó el Marianao y lo enviaron a los Azules y fue con los Alacranes que se produjo el cambio de posición. Un pelotero que por su juego seguro, alegre y agresivo y por su personalidad abierta de cubano buena gente sin hipocresía, siempre tuvo elevados niveles de popularidad en las ciudades en las que jugó o sirvió como coach: desde las Estrellas de Colón en la Liga de Pedro Betancourt, el Cerro de la Liga Cubana donde ganó un campeonato de bateo con el glorioso Alacrán, hasta Caracas, Venezuela, pasando por Puerto Rico, donde también conquistó un champion bate y las ciudades americanas que le sirvieron como casa en la pelota mayor: Chicago, Detroit o Filadelfia como jugador y asistente o Toronto y Miami en igual función.
Antonio Nemesio Taylor, matancero, es el intermedista All Stars de los Filis de Filadelfia y, con el outfielder Antonio “Haitiano” González, entre los 100 mejores jugadores de la historia de la veterana franquicia del Viejo Circuito. Votado como uno de los cinco jugadores más populares de los Cuáqueros, nada sorpresivo cuando se está ante un hombre de alegría contagiosa, carismático, decente y respetuoso.
Una carrera de toda la vida en el pasatiempo debe estar repleta de grandes momentos en el terreno de juego. Voy a recontar solo tres que engrandecieron al Chino como héroe o como villano, en Cuba y en Estados Unidos.
El ultimo campeonato de la Liga Cubana, conocido como “sin refuerzos” porque no se importaron jugadores americanos, no solo fue uno de los mejores del circuito profesional en su historia, sino uno de los más reñidos, que requirió un juego extra entre el Cienfuegos y el Almendares para decidirlo. Aquel evento, que fue un éxito en lo artístico y en lo deportivo, fue un fracaso ecónomico porque el publico, ya influido por la incipiente ideología destructora, le dio la espalda al grueso de peloteros más grande y de más clase que pudiera constituirse en todo el Caribe.
Como se había hecho rutina, hasta que no concluyó el inoperante e inútil; pero agresivo discurso maratónico del día del dictador, que comenzó alrededor de la una de la tarde y concluyó sobre las 9.50 p.m; es decir, 50 minutos de retraso de acuerdo al calendario entre los ejecutivos de la Liga y la televisión, fue que salieron los árbitros al terreno para ajustar la rutina previa al juego.
Inmediatamente después de que Rafael Paz, como árbitro del plato, le entregó las alineaciones correspondientes a cada director, Tony Castaño por el Cienfuegos y Regino Otero por el Almendares, el primer bate azul, Angel Scull, hizo su aparición en el plato. En el montículo por los Elefantes Pedro Ramos, que constituía, junto a Orlando Peña, Camilo Pascual y Miguel Fornieles el cuarteto de más clase entre lanzadores cubanos; o de cualquier país del área, que conformó ese año con Hector Maestri y Tony Díaz, “el sota, caballo y rey” de la baraja cienfueguera, ayudados por los relevos de Raul Sánchez.
A Regino le criticaron que no hubiera abierto con el recluta zurdo Marcelino López, que había lanzado bien contra el Cienfuegos, en vez de con Orlando Peña, a quien le habían bateado libremente los representantes de la Perla del Sur. El juego no resultó un duelo de pitchers y concluyó con victoria para los Verdes 7 a 2; bueno también para que Pedro Ramos no alcanzara la Triple Corona del Pitcheo, porque cedió el porcentaje de carreras limpias ante Julio Moreno.
Pedro Ramos abrió con gran velocidad pero descontrolado, por tal razón, la recta se le quedaba alta. De milagro no lo mataron en el primer episodio cuando caminó sucesivamente a Scull y a Taylor y de la Hoz le dio un “texas leaguer” que picó detrás de segunda, congestionando las almohadillas; después, increíblemente, puso en 3 bolas sin strikes a Carlos Paula, a Amorós y al recluta del Boston Ramón Villar y abanicó a cada uno con bolas altísimas para un escón de ponches.
Pero en el cuarto, sin outs, abrió Taylor con hit entre tercera y short, robó segunda y de la Hoz recibió pasaporte; Amorós elevó al primera base y Paula al catcher; pero Villar bateó una línea por encima de segunda que le permitió anotar a Taylor y colocarle el promedio de limpias a Pedro en 2.04, una centésima más que Jiquí Moreno (2.03). Un papel absoluto de villano del estelarísimo segunda base.
El congresista republicano Jim Bunning fue el primer lanzador derecho que actuo en un juego de estrellas representando a cada liga; en la Americana defendió el montículo del Detroit; pero en 1964 fue enviado al Filadelfia, allí se reencontró con el cubano Tony Taylor, con quien había tenido fricciones durante el año que reforzó (1956-57) al Marianao.
El Día de los Padres de 1964, 21 de junio, Bunning fue designado por Gene Mauch para que enfrentara a otro conocido de los cubanos que actuó en el premio invernal de 1959-60, Traci Stallard, por los Mets de Nueva York en la urbe mundial. El juego llegó al 8vo. con los Filis ganando 6-0; pero en medio de la mayor tensión posible porque Bunning tiraba un juego perfecto… El octavo se inició con el ex refuerzo de los Felinos de la Liga Cubana sacando fácil los dos primeros outs; entonces apareció en el plato Ed Kranepool, zurdo y buen bateador. Rápidamente, el derecho cuáquero se puso arriba en el conteo con 1-2; pero, al próximo lanzamiento, Kranepool conectó de rolling entre primera y segunda, incómodo para el inicialista y demasiado lejos para el intermedista; pero, increíblemente rápido, aparecio Taylor quien, zambulléndose, paró el metrallazo y, desde el suelo, hizo el disparo que salvó la única y real amenaza que tuvo el derecho para lograr la hazaña.
Desde el primer inning del juego que abrió el 14 de mayo de 1968 hasta la cuarta del que inició el 8 de junio, Don Drysdale eslabonó la friolera de 58 escones consecutivos, marca con la que rompió el récord de Walter Johnson de 55 2/3 que databa de 1913, por los Senadores de Washington.
El 8 de junio de 1968, los Dodgers recibían como homeclub a los Filis de Filadelfia y Walter Alston envió al montículo al derecho Drysdale. Con un out en la pizarra en el 5to, entró al plato Tony Taylor quien, en conteo de dos bolas y un strike, dio hit de línea al izquierdo; acto seguido, Clay Dalrymple, receptor cuáquero, encendió un cohete al right con el que avanzó el cubano, que había salido en jugada de hit and run, a la antesala, desde donde anotó por elevado de sacrificio al centro del emergente Howie Bedell, liquidando la cadena de escones de Drysdale con esa anotación.
En la historia del beisbol cubano Tony Taylor conforma junto a Tito Fuentes y Cuqui Rojas el trío de mejores intermedistas de todos los tiempos: 19 años Taylor, 15 Fuentes y 16 Rojas en Grandes Ligas, son suficientes para avalarlo.