Con la disciplina, el respeto y la humildad que la práctica del judo le inculcaron, Héctor Estévez administra hoy en día la sede de León Medical Center en el Este de Hialeah
“El judo es el camino de la vida. Uno se hace judoka para siempre, manteniendo la disciplina y el respeto de los años de deportista, porque el judo se convierte en una guía que dirige tu vida en el plano individual, familiar, espiritual y laboral”. Con estas palabras Héctor Estévez, atleta y arbitro de judo, quien hoy en día se desempeña como administrador de la sede de León Medical Center en el Este de Hialeah, explica lo que significa este deporte en su vida, el cual, según sus propias palabras, le da al ser humano la fortaleza mental para superar todos los obstáculos.
DE “EL GALLITO” AL ARBITRO
La vida de Estévez, ha sido una demostración de que todos los obstáculos pueden vencerse, pues aún recuerda cuando llegó de Cuba a Miami y repartía periódicos en Hialeah. Aunque en ese momento no tenía la posibilidad económica para practicar judo, supo aprovechar la oportunidad que le dio su mentor, amigo y consejero, el profesor Reinaldo Montpellier. Desde los nueve años, Estévez practicaba el judo en Cuba.
En esa época, su entrenador lo llamaba “El Gallito”, sin embargo, sus aspiraciones deportivas parecieron verse truncadas cuando emigro con su familia a Estados Unidos, donde tuvo que cambiar el entrenamiento por el estudio y trabajo. “Todos los días pasaba con mi bicicleta, repartiendo periódicos, frente a una Academia de Judo”.
“Me pasaba horas viendo como los otros niños entrenaban hasta que un día, el profesor Montpellier, a quien recuerdo con cariño como Montpe, me invitó a entrenar, a pesar de que yo no pudiese pagar sus clases. Con la mayor de las bondades, me dejó empezar a practicar judo y se conformaba con que yo le mantuviese la academia limpia y en buen estado”, recuerda Estévez.
“Montpe me inculcó fortaleza de carácter, me enseñó cómo ser un buen competidor, a tener metas y hasta hizo que aprendiera a perder”, comenta Estévez quien, con apenas 15 años de edad, ganó el Campeonato Junior de Judo Nacional y a las 17 años ya había alcanzado la cinta negra, gracias a la dedicación, esfuerzo y constancia que puso en esta práctica deportiva.
Durante su vida como atleta, Estévez recogió numerosos premios y medallas a lo largo de sus años de estudio de High School, en el Miami Dade College y en la Florida International University, donde dio clases en el Club de Judo de este centro de estudios y se graduó con un Bachillerato de Ciencias en Educación Física.
“Me gradué a los 22 años y fue en ese momento que empezó mi carrera deportiva como adulto”. A partir de 1977 obtuvo su primer trabajo de profesor de Educación Física y de Judo en la Universidad Católica de Puerto Rico, donde cosechó grandes éxitos como educador y como deportista.
Los triunfos continuaron en los años siguientes, pues en 1978 obtuvo Medalla de Oro en el Campeonato Panamericano de Judo celebrado en Buenos Aires, Argentina y Medalla de Plata el año siguiente en XIV Juegos Panamericanos de 1979, celebrados en Puerto Rico.
Desafortunadamente, el sueño de Héctor Estévez de competir como atleta en las olimpiadas se vio truncado (a pesar de haber calificado para las mismas) por el boicot a las Olimpiadas de 1980 en Rusia. Regresa a Estados Unidos y empieza a trabajar por una prestigiosa marca farmacéutica donde se desarrolló profesionalmente por 25 años.
Sin embargo, su vida laboral tampoco fue un obstáculo en su pasión por el judo, pues se dedica al arbitraje y logra certificarse como árbitro local, regional, estatal y nacional e internacional. Y es justamente como árbitro que uno de los sueños de Héctor Estévez lograr cristalizarse, pues éste deportistas con cinta negra séptimo dan en judo y miembro de la Federación Internacional de Judo, es escogido como el único árbitro por Estados Unidos para las Olimpiadas de Beijing en el año 2008.
“Este sería quizás uno de los momentos más inolvidable de mi trayectoria en el judo, pues significó hacer realidad la meta que me había trazado desde jovencito y eso, efectivamente, es lo que te enseña el judo: la disciplina, la constancia y el valor para seguir luchando por tus sueños a pesar de los obstáculos”.
Esta admirable mística deportiva es la misma que Estévez aplica a su vida diaria y familiar, la cual lo ha llevado a disfrutar de un pleno matrimonio por más de 35 años con su esposa Zaida, el cual fue bendecido por sus dos hijos, Jessica de 30 años y Alex de 24 años y sus dos nietos Lucas y Medelynn, respectivamente, a quienes, día a día, continúa inculcándole los valores fundamentales del judo, como ejemplo de vida. Bajo esta misma óptica de disciplina, respeto y humildad, Héctor Estévez desarrolla su trabajo como administrador de León Medical Center en el Este de Hialeah, lo cual lo ha llevado a conseguir innumerables éxitos laborales, en los que el judo y sus enseñanzas han sido la guía.
Por Edda Pujadas / doralfamilyjournal.com