BARCELONA, — Eléctrico, soberbio, acertado y descarado, el Celta provocó el segundo sonrojo del Barcelona esta temporada, apenas 40 días después de que el Athletic le aplastase en San Mamés, en la Supercopa, para romper su racha liguera con exhibición. Seis remates entre palos para marcar cuatro goles, dejando, otra vez, a Ter Stegen al borde de la depresión.
El equipo de Luis Enrique fue un juguete roto, barrido por la intensidad, hambre y rapidez de un rival que entró al césped de Balaídos como si fuera a disputar un partido típico de la Premier, donde el ganador suele ser el que más despliegue físico ofrezca. Y de eso el Celta anduvo sobrado.
Del Barcelona… Mejor no hablar. El Celta disparó cinco veces entre los palos de Ter Stegen y metió tres goles. Una excelencia de Nolito y dos contragolpes extraordinarios de Iago Aspas arrodillaron a un Barcelona sin respuesta, que se estrelló una y otra vez ante un Sergio majestuoso que le mantuvo a raya durante 80 minutos… Y que apenas uno después de que Munir perdonase un 3-2 que habría convertido el final del partido en una locura, le sentenció con el 4-1 de Guidetti. Hay noches de aquellas que conviene recordar, tanto por bueno como por malo. Y esta en Balaídos bien haría el entrenador y sus jugadores en guardarla entre las paredes del vestuario.
"Hace un año me queríais matar" bromeó Luis Enrique, quien después, en enero de 2015, pasó por un auténtico vía crucis para mantenerse en el banquillo. Sobrevivió y solo frenado por el Málaga en primavera, el Barcelona cerró el curso con matrícula de honor… Pero el pasado no sirve en el presente. No sirve como justificación de un Dani Alves que después de llevar a cabo un final de temporada excelso y renovar, acumula un mes y medio de curso horrible. El brasileño quedó retratado como lo hizo Piqué, Busquets, Suárez y hasta Messi, especialmente espeso y desafortunado ante la portería contraria.
Leo se vistió de asistente para regalar pases de genio que ni Suárez, ni Munir, que no revolucionó nada con su entrada, supieron aprovechar. Lo hizo Neymar cuando ya se aventuraba demasiado tarde y el hundimiento era un hecho consumado. Un 4-1 descorazonador para el campeón, para un Barcelona que nunca supo a qué atenerse ante un rival que le dio un auténtico repaso de principio a fin, convirtiéndole en un juguete roto para arrebatarle el liderato con un bofetón de esos difíciles de olvidar.
Por Jordi Blanco ESPN
