Como afirmó Enzo Ferrari, el creador de la firma de automóviles, "la historia del caballo rampante es simple y fascinante". El caballo estaba pintado en el fuselaje del avión de caza que pilotaba Francesco Baracca, un héroe italiano de la Primera Guerra Mundial que, tras decenas de victorias, fue abatido en el municipio de Montello.
En 1923, Ferrari ganó el primer circuito del Savio, en Rávena, y allí conoció al conde Enrico Baracca, padre del ilustre aviador, y más tarde a su madre, la condesa Paolina Biancoli. Ella le pidió que emplease el caballo de su hijo como insignia para sus coches, asegurándole que le traería suerte.
Ferrari le hizo caso y conservó el color negro original del animal, al que añadió un fondo amarillo, representativo de Módena, su ciudad natal. Y es que la marca del caballo, fundada en 1929 y dedicada a fabricar automóviles de competición pasó al cabo de unos años a crear también modelos superdeportivos para todos los públicos.
Gracias a sus éxitos en las carreras con imponentes motores, sistemas de aerodinámica de última generación y la más alta tecnología en el mundo de la automoción, Ferrari es una de las marcas de coches más espectaculares, con una reputación ganada a pulso a lo largo de los años. El sueño de más de un aficionado es la de conducir una "macchina" de Ferrari.
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