BERLÍN — El Barcelona ya tiene su quinta Champions. La Juventus le presentó batalla, le plantó cara y no le dejó disfrutar de un partido cómodo… Pero la lógica acudió al Olympiastadion de Berlín y el título acabó en manos del Barça, el mejor equipo del torneo. Y, también, el mejor equipo de la final. No marcó Messi, pero sí estuvo presente en el segundo gol de Suárez, en una jugada que desniveló un partido enorme en el que la Juve de Allegri, un equipo que hace nueve años jugaba en Segunda División, demostró ser un subcampeón con honores. Con todos los honores y que no se rindió hasta que Neymar en el último suspiro cerró la final con el 3-1.
En marcha o en parado, al toque o en velocidad, el grupo de Luis Enrique demostró ser superior a los de Massimiliano Allegri, huérfanos de Chiellini y con un Vidal extremadamente duro en la presentación del partido, llegando a hacer hasta cinco faltas en once minutos para ver una amarilla que parecía pedir a gritos. Para entonces ya mandaba en el marcador el Barça, exigido en defensa durante dos minutos iniciales de vértigo y que en su primera llegada cantó el gol gracias a una combinación marca de la casa entre Neymar e Iniesta que sentenció Rakitic, llegador desde la segunda línea para sorprender a toda la Juventus.
El tercer gol más rápido en la historia de las finales de la Champions y que a fin de cuentas rompió la maldición de los dos anteriores, marcados por Maldini por el Milan en 2005 y Mendieta por el Valencia en 2001, para que sus equipos terminasen perdiendo aquellas finales en la tanda de penalties frente a Liverpool o Bayern Múnich.
El Barça supo jugar al toque y a la carrera según fuera la necesidad a la que le exigía la Juve. Allegri colocó cerca de Messi a Pogba, el argentino se pasó muchos minutos de la primera mitad desconectado y aunque sus compañeros llevaron el control del juego, Buffon, gigantesco, decidió mantener en pie, con vida, a una Juventus que hizo del sufrimiento su mejor virtud. Suárez erró dos veces y el choque se fue al descanso con la sensación de que el Barça había perdonado tanto que acabaría sufriendo más de la cuenta. Y lo hizo. Como sus hinchas no podían imaginar.
La Juve salió con otro ánimo en el segundo acto, el Barcelona dio un paso atrás y la leyenda de la Vecchia Signora hizo el resto, con una excepcional jugada por la banda derecha que acabó con el rechace de Ter Stegen a Tévez y el remate de Morata, el bianconero más madridista en Berlín. Sufrió y padeció el Barça a partir de ahí. Creció la Juventus en fútbol y ambición y se convirtió la final en una continuación de ataques y contragolpes en los que se dio por hecho que el gol, el triunfo, podía caer en cualquier dirección. Lo hizo en la azulgrana. De hecho, la calidad de sus futbolistas lo hacían presagiar. Messi ya estaba de vuelta y su liderazgo, unido a la velocidad de sus compañeros acabaría por desnivelar las cosas.
Lo hizo Leo, claro, agarrando un balón para irse, avanzar y soltar un obús al que respondió con problemas el inmenso Buffon, rechazando en corto el balón para que Suárez, Luis, no perdonase, por fin, en el remate. El 2-1, providencial, llegó apenas un minuto después de que la Juventus protestase, mucho, una caída de Pogba en el área azulgrana, probablemente agarrado por Dani Alves en una jugada que habría podido cambiar el rumbo de la final.
La suerte del campeón acudió al auxilio del grupo de Luis Enrique. Todo corazón reaccionó la Juventus y con toda la parsimonia e inteligencia le puso coto a la final el Barça, al que el árbitro le anuló un tercer gol a Neymar por tocar con la mano el balón en un remate de cabeza. Con dureza, con alma y con todo lo intentó el equipo de Allegri, pero enfrente el Barça se vistió de campeón con grandeza.
El equipo de los delanteros supo defender como el mejor de los italianos y las avalanchas de la Juventus no fueron suficientes para volver a nivelar el marcador. Al contrario, en el último suspiro del partido, cuando no hubo tiempo para más, Neymar cerró la final con el tercer gol. Londres, París, Roma y Berlín. Cuatro de las capitales más legendarias de la vieja Europa han visto ya en directo la gloria del Barça.
Desde Koeman en 1992 y hasta Suárez en 2015, con Belletti, Eto'o y Messi entre una y otra. Con Leo en las últimas, dirigiendo aunque no marcando en el Olympiastadion. A fin de cuentas, por una vez, no fue necesario su gol para que el Barça lograse el segundo triplete de su historia y redondease otra temporada de leyenda.
Por Jordi Blanco ESPN