BARCELONA (EFE) — Un Barcelona desquiciado enterró su racha triunfal ante el Málaga (0-1), en su peor partido del año, y justo el día que debía alzarse provisionalmente con el liderato y meter el miedo en el cuerpo al Real Madrid en su visita de mañana al campo del Elche.
El encuentro empezó mal para el conjunto azulgrana, que ya no supo levantar cabeza, huérfano de Messi, hoy muy desdibujado, y víctima de un rival que salió al Camp Nou a jugarle sin complejos y encontró la recompensa a su enorme esfuerzo durante los noventa minutos.
A los siete del arranque, el guión del partido sufrió un giro inesperado. Pero lo que debía ser solo un accidente fue al final determinante para el desenlace de la película. Kameni pateó el balón en largo, Alves lo interceptó, pero lo cedió mal a Bravo y éste, que prácticamente se encontraba en el área pequeña cuando debía estar treinta metros más adelantado, reaccionó tarde y mal, para sorpresa de Juanmi, que se llevó el esférico para conducirlo hasta el fondo de la red.
Con el 0-1, el Málaga se echó atrás esperando la reacción fulgurante de un Barça enfurecido. Pero la respuesta local no tuvo ni mucho menos la contundencia esperada. Solo Rafinha rondó realmente el empate en un tiro raso que Weligton sacó bajo palos.
Los siguientes veinticinco minutos fueron un estéril monólogo azulgrana. Un quiero y no puedo de Messi, Neymar, Iniesta, Suárez y compañía, que no inquietaron la portería de Kameni más que en algún remate desviado y un par de centros envenenados que requirieron la intervención del meta camerunés.
En cuanto el Málaga comprobó que el Barça no estaba en condiciones de hacerle daño, se vino arriba. Suyo fue el último tramo de la primera mitad, donde el desparpajo de sus puntas, especialmente de Juanmi, Castillejo y Horta, a punto estuvo de dar otro susto al equipo de Luis Enrique Martínez. Horta tuvo el segundo al culminar de primeras una preciosa triangulación a la contra del conjunto malacitano, pero esta vez Bravo estuvo atento y despejó el balón a córner.
El Barcelona, espeso atrás, falto de ideas en ataque y sin la chispa de la que había hecho gala durante su racha de once victorias consecutivas, mucho debía cambiar en la segunda mitad si quería ganar el partido. Y pareció que la suerte se aliaba con él a los cinco minutos de la reanudación, cuando Juanmi, el hombre más peligroso del conjunto andaluz, se marchaba lesionado.
Sin embargo, hoy era el día del Málaga, enorme atrás, generoso en el despliegue, haciendo gala de un derroche físico encarnado en la figura de jugadores como el inmenso Darder, y que nunca renunció a buscar la portería de Bravo.
El equipo de Javier Gracia salía con criterio y acababa casi todas las contras, y aunque no inquietaba la meta azulgrana, lograba al menos que el Barça no le pillara nunca a contrapie. Ni la entrada de Rakitic y Pedro mejoró las prestaciones de un equipo impotente, desquiciado, sin ideas que ni siquiera era capaz de poner a prueba a Kameni.
Solo al final, Pedro y Suárez tuvieron en sus botas el empate. El primero estrelló el balón en el exterior de la red y el segundo se encontró con el portero del conjunto malacitano bien colocado.