«Abran mis venas y sangraré el rojo del Liverpool». La frase de Steven Gerrard revela el profundo sentimiento que le une con el club de la ciudad que le viera nacer (30 de mayo de 1980) y al que permanece vinculado desde el día de su debut en la élite del fútbol inglés, un ya lejano 29 de noviembre de 1998.
Desde aquellos primeros e inolvidables minutos en ese partido ante el Blackburn Rovers, el eterno capitán se ha mantenido fiel a un escudo y a una afición, pero el idilio toca ahora a su fin.
El centrocampista internacional anunciaba este viernes que al final de la temporada, cuando se cierren 17 temporadas de fidelidad, vaciará su taquilla en Anfield Road y emprenderá una nueva aventura. Aún no ha decidido el nuevo destino, lo único que tiene claro es que no será en la Premier porque no quiere enfrentarse al equipo de toda su vida.
Estados Unidos aparece en el horizonte. Gerrard pertenece a esa extraña raza de futbolistas que se rigen por el sentimiento. A sus 34 años es uno de los pocos ejemplos actuales de «One club men», jugadores que, como Íker Casillas, Xavi o el italiano Totti, llevan militando toda su carrera en un equipo.
El inglés abandonará este selecto club el próximo mes de junio, fecha en la que finalizará contrato con el Liverpool. No habrá renovación, como deseaban los hinchas, y su marcha, anunciada en la web del club, sentaba como un jarro de agua fría a una afición que venera al capitán y le sitúa en el mismo altar que a mitos de la entidad como Ian Rush, Kenny Dalglish, Graeme Souness, Alan Hansen, Phil Neal, Ray Clemence o Billy Liddell.
Exagerados o no en su interpretación, los seguidores coinciden con el técnico, Brendan Rodgers, que tuvo palabras cariñosas para su pupilo tras conocer la decisión del jugador: «Estamos en una época en la que el término "leyenda" se emplea demasiado, pero en este caso no le hace justicia.
Es prácticamente imposible definir con palabras a Gerrard y su importancia para el Liverpool».
«La decisión más difícil de mi vida»
«Es la decisión más difícil de mi vida. A los aficionados del Liverpool, el club más grande del mundo, les digo que ha sido un privilegio representarlos, como jugador y como capitán», explicaba Gerrard en un comunicado. A lo largo de los años, recibió muchas ofertas para cambiar de aires y nunca cayó en la tentación, aunque se lo pensara dos veces cuando el Chelsea llamó a su puerta.
Por eso, la despedida no resulta fácil para un futbolista que con nueve años, y movido por una tragedia familiar, decidió que debía triunfar en Anfield Road. Y es que el idilio empezó a forjarse el 15 de abril de 1989, uno de los días más duros en la historia del pentacampeón de Europa.
Aquel día, su primo Jon-Paul Gilhooley moría en Hillsborough, tragedia en la que 96 aficionados fallecían en una avalancha. En una autobiografía explicaba ese momento en el que asumió que su vida estaría en Anfield: «Es difícil saber que uno de tus primos ha perdido su vida. Viendo la reacción de mi familia, decidí ser el jugador que soy hoy».
Aquel mismo año ingresaba en la academia y en 1997 firmaba su primer contrato profesional. Dos temporadas después llegaba el soñado debut en la élite ante el Blackburn.
Campeón de Europa en la inolvidable noche del «Milagro de Estambul», en la que el Liverpool remontaba tres goles al Milán, Gerrard, salvo que este curso se produzca un milagro, abandonará la ciudad con la espina de no haber podido brindar la Premier a su afición. Pese a ello, siempre será recordado con cariño y en Anfield «nunca caminará solo».
JORGE A. MORENO/ ABC