BARCELONA (Jordi Blanco, ESPN) Al Barcelona le vino bien el ruido mediático de los últimos días y convirtió el aquelarre en un festival. Aplastó al Atlético de Madrid en la mejor primera parte que se ha visto en el Camp Nou en mucho tiempo y demostró que la apuesta de Luis Enrique, bien interpretada, tiene plena validez.
El Atlético, después de seis encuentros sin perder frente a los azulgrana, fue un juguete roto e incapaz de frenar la avalancha de un rival que a lomos de Messi se reconcilió consigo mismo. Y marcaron, otra vez, los tres de arriba. Empezando por Neymar y acabando por Messi, que enterró el mal fario que le acompañaba frente al Atlético en los últimos seis partidos.
Le atizó primero a fútbol y supo aguantarle después, en una segunda mitad en que el equipo de Simeone se fue arriba y se vio beneficiado con un penalti inexistente de Messi que transformó Mandzukic. El árbitro, probablemente lo peor de la noche, le dio validez al 2-0 del Barça iniciado con el brazo de Leo y luego le regaló un penalti al campeón. No fue trascendente en el resultado, pero sí fue horrible para todos.
Desconocido, empezando por la camiseta y acabando por la actitud, el Atlético fue un 'quiero y no puedo' que no pudo frenar al Barça ni a patadas durante los primeros 45 minutos. La de Griezmann a Messi o la plancha de Giménez que hizo sangrar el tobillo a Neymar, no amonestados por un árbitro, Undiano Mallenco, excesivamente permisivo y despistado con lo que sucedía en el césped. El conjunto catalán, que se fue al descanso con un cómodo 2-0 que incluso pudo ser mayor, se gustó a sí mismo a partir de entregarle los galones a un Messi enchufado como hacía tiempo no se le veía.
El argentino entró en el partido como acostumbra, enganchado a la banda derecha… Pero con una actitud diferente a la mostrada en partidos anteriores. Arriba y abajo, en diagonal, sirviendo, corriendo, asistiendo y combinando Leo estuvo excepcional y los más de 81 mil aficionados que asistieron al partido pudieron entender la grandeza del '10'. A través de las armas sobre las que Simeone convirtió en grande al Atlético le derrotó el Barcelona.
Fue una imagen no vista hasta este encuentro, en que el equipo azulgrana cuando hizo falta también se convirtió en un guerrero. Debió cerrar el partido pero la fortuna se le apareció al Atlético cuando una jugada sin importancia la convirtió en penalti el árbitro, considerando que Messi derribó a Gámez.
Sufrió el Barça a partir de entonces durante muchos minutos en que le faltaban las fuerzas y resistiendo ante el empuje de un Atlético desesperado y atrevido, que buscó tanto como pudo un empate para el que, de todas maneras, no tuvo demasiadas ocasiones. Pero la noche tenía que acabar con la diana de Messi. No podía ser de otra manera y el tipo que participó en los dos primeros goles marcó el tercero para cerrar el partido. Con patadas y muchos nervios pero, por encima de todo, con fútbol e intensidad. El Barça está de vuelta. ¿O quizá nunca se acabó de ir?