En algunas regiones de Siberia existía una leyenda que hablaba de un monstruo invisible que aplastaba y destrozaba vagones vacíos. Esta leyenda nació, como siempre, para explicar una serie de hechos inexplicables: en este caso, la aparición de vagones, de transporte de gas y petróleo, completamente abollados y destruidos sin causa aparente ni autor posible. Ningún animal podía ser capaz de destrozar semejantes tanques, y nadie en los alrededores jamás veía ni escuchaba señal alguna de violencia.
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La respuesta real, suele suceder, no implicaba monstruos invisibles sino un hecho científico verificable, vinculado el mecanismo de limpieza y el frío exterior. Estos vagones sencillamente implosionaban al crearse en su interior un vacío muy grande; el vacío se producía porque se limpiaban con agua caliente a mucha presión y se cerraban justo al terminar.
En la helada noche siberiana, al bajar aún más la temperatura, el vapor de agua en su interior se contraía y congelaba ocupando mucho menos espacio y provocando un vacío muy grande en el interior del vagón. La presión interna bajaba lo suficiente como para que la presión de la atmosférica comprimiera y aplastara el vagón de acero en una fracción de segundo.
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