En una semana, Magnus Carlsen defenderá por primera vez el título mundial logrado hace casi un año, cuando sólo tenía 22 años. El noruego destrozó al entonces campeón, Vishy Anand, pero este ganó luego, contra todo pronóstico, la oportunidad que siempre supone una revancha.
El tigre está herido y se ha preparado como nunca. Llega con la intención de olvidar el pasado y con «pensamientos positivos». A los 44 años, ya no tiene nada que perder y apura su estancia en lo más alto de la cadena alimenticia. Como mínimo, le queda un zarpazo. ¿Será suficiente?
El Mundial vuelve a Rusia, a la ciudad olímpica de Sochi, y con una bolsa de premios modesta, en una demostración más de que la FIDE sigue sin saber cómo rentabilizar sus activos.
Carlsen estuvo a punto de renunciar a causa de la sede. Ni siquiera parece dispuesto a darle la mano a Vladimir Putin, quien ya ha empezado a utilizar el encuentro como propaganda. La parodia de entrevista que mantuvo con el presidente de la FIDE, Kirsan Ilyumzhinov, puede leerse (en inglés) en la página web de la propia Federación Internacional.
El diálogo da una idea del teatro que tendrán que soportar Magnus y Vishy, a quien tampoco le apasiona la política, precisamente. En el apartado deportivo, Anand parece en forma después de su convincente triunfo en Bilbao, mientras que a Carlsen le ha salido un probable sucesor respondón. Fabiano Caruana lo superó con facilidad en la Copa Sinquefield, en septiembre.
Muchos preferirían un duelo contra el italiano, pero no sirve de nada especular y habrá que esperar para ver ese enfrentamiento. Carlsen sigue siendo el favorito indiscutible, pero esta vez tiene más factores en contra, que equilibran el duelo. Incluso su agenda juega en contra. Seguro que no ha descuidado su preparación, pero desde que se proclamó campeón no ha dejado de protagonizar actos de promoción, encuentros con empresarios y distintas celebraciones.
A su favor cuenta con su estilo. Para él la preparación específica de las aperturas, en la que sus rivales se dejan la vida, es casi secundaria. Le basta con alcanzar posiciones sanas, aunque no logre ninguna ventaja aparente, para derrotar a cualquiera, incluido Anand.
En su primer Mundial demostró en este apartado una gran ventaja psicológica. Por mucho que se haya reforzado su rival, a priori en este terreno también sigue por delante.
¿Qué dicen el uno del otro?
Carlsen, en su estilo despreocupado, aseguró a la prensa india que le alegra que Anand haya mejorado. «Creo que es bueno. Me alegro por él. Lo conozco desde hace muchos años y tenemos buena relación, pero obviamente no le deseo que esté bien cuando juegue contra mí».
Anand prefiere no hablar demasiado sobre el enemigo, ni siquiera sobre las declaraciones más polémicas. Sus comentarios también se han podido ver en la prensa de su país: «No leo lo que mis rivales dicen sobre mí. Siempre he creído y quizás sea por mi educación india que, si crees en ti mismo, no necesitas hablar sobre tu rival o sobre lo bueno que eres».
De Carlsen sólo ha añadido que espera enfrentarse a «un jugador diferente», porque la corona siempre te cambia de algún modo. Otro de sus propósitos es olvidar su derrota en Chennai. Si logra resetearse del todo, tendrá más opciones. El terreno de juego, en teoría neutral para un indio y un noruego, siempre influye de algún modo, aunque Carlsen superó la experiencia de conseguir su corona en casa del enemigo, donde el entonces campeón se sintió más presionado.
El propio Kasparov ha alertado del interés que pueden tener los rusos en cambiar el curso natural de la historia, más aún frente a un cuerpo extraño occidental. Si le preguntamos a Topalov, quien dijo una vez que nunca más jugará en Rusia, es probable que esté de acuerdo. Lo mejor sería que nadie se acordara de esto en los próximos días.
Parece que las partidas empezarán a la una de la tarde, hora española, un buen horario para el cierre de los periódicos. Tras la ceremonia del día 7, los grandes maestros abrirán fuego el sábado 8 de noviembre. Si después de doce partidas persiste el empate, se jugarán cuatro más, a un ritmo más rápido y, si fuera necesario, un «Armageddon» en el que a Carlsen podría bastarle un empate.
El árbitro será el polaco Andrzej Filipowicz (ojalá esta sea también la última vez que escribo su nombre) y los comentaristas oficiales, Peter Svidler y Sopiko Guramishvili, en inglés. En ruso el plantel también es reseñable: Sergei Shipov, Ilya Smirin y Alexandra Kosteniuk. Se espera que millones de personas reproduzcan las partidas, en directo o en diferido. Que disfruten lo máximo posible del espectáculo.
Por Federico Marín Bellón / ABC