La selección de Serbia, liderada por un genial Milos Teodosic, se clasificó para la final de la Copa del Mundo de baloncesto, en la que se enfrentará a Estados Unidos, al dominar a Francia por 85-90, con un Nicolas Batum excepcional y autor de 35 puntos. La selección de Serbia salió más enchufada, con más ganas, con nervio, y suyas fueron las primeras ventajas (0-4, min.1).
La reacción francesa vino de la mano de Boris Diaw, autor, como contra España, de los primeros puntos de su equipo. Pero si hubo un protagonista en los primeros veinte minutos no fue otro que Milos Teodosic. El base serbio hizo y deshizo a su antojo, dirigió, anotó (18 puntos al descanso, 4 de 2 sin fallo y 3 de 4 triples), repartió asistencias (3) y, sobre todo, sobrevoló el Palacio de deportes madrileño con su calidad infinita. Los balcánicos llevaron la delantera en el marcador y en el juego con su verticalidad, fuerza y movimiento del balón en ataque.
El primer cuarto finalizó con un 15-21, aunque los galos llegaron a ser doblados (10-20, min 8,20). Teodosic siguió moviendo su batuta mágica, al tiempo que dejaba a Francia sin argumentos baloncestísticos (15-30, min. 12,20). Sasha Djordjevic, otro genio serbio en la dirección de equipos y ahora en el banquillo como entrenador, no se quedó atrás con respecto a su jugador y primero amagó con una defensa en zona y después con una de ayudas en la zona que descolocaron por completo a los franceses, que sólo encontraron el tiro como contestación a la propuesta balcánica.
En ataque, Serbia apostó por la rapidez, la osadía, la valentía, por un juego directo, y sobre todo apostó por Teodosic, un genio con el balón en sus manos. No se equivocó, el marcador al descanso corroboró todo esto con un 32-46 que dejó entrever la puerta de acceso a la final para los de Djordjevic. Ni la defensa especial a la que le sometió Nicolas Batum ni el juego físico de los galos, impidió a Teodosic brillar como sólo los genios saben hacerlo en los momentos clave.
En el tercer cuarto, los serbios comenzaron a jugar con la ventaja y el reloj, algo en lo que fueron unos auténticos maestros en la década de los noventa. Durmieron el partido, controlando en todo momento el tempo, intercambiando canastas e impidiendo a Francia el más mínimo resquicio para la reacción.
Con el marcador en un claro 46-61 al término de los primeros treinta minutos de juego, Serbia comenzó a tener ya un pie en la final, apoyado en buenos minutos del pívot Nenad Krstic, reservado por su entrenador en los primeros partidos para poder contar con su concurso en los momentos importantes. Batum (18 puntos hasta ese momento) lideró el penúltimo intento francés por estrechar el marcador (51-61, min.31), pero Serbia supo tener la tranquilidad del que se sabe ganador y volvió a anestesiar el marcador (51-63, min. 32,45). Diaw, Batum y Fournier con tres triples como tres dagas que se clavaron en la espalda de los balcánicos volvieron a poner adrenalina en el partido (61-65, min.34,45).
Batum, ya con los galones de mariscal en la camiseta, se echó al equipo sobre sus hombros y acaparó balones para clavar otro triple más, mientras Bogdan Bogdanovic respondió con la misma moneda (66-72, min.36,45).
El triple fue el protagonista casi absoluto de los últimos minutos, con Teodosic, Batum, Diaw y Heurtel como actores principales en una auténtica fiesta de efectividad y de baloncesto. Serbia controló la ventaja, la administró con la precisión de un cirujano y ni los 35 puntos de Batum (17 en el último cuarto) pudieron impedir su victoria (85-90), su pase a la final y su regreso a la elite.
EFE