Un muro está cubierto por la imagen de hombres con pasamontañas y armados que ilustran el mensaje "Preparados para la paz, listos para la guerra". A pocos metros, en el norte de Belfast, un sector profundamente unionista -mayoritariamente protestante- de la capital de Irlanda del Norte, se encuentra el gimnasio en el que un pequeño niño creció lanzando golpes vestido con la camiseta de Irlanda.
Detrás de las puertas, el niño aparece ya convertido en un hombre listo para la guerra. Se trata de Carl Frampton, el retador, quien este sábado buscará obtener la corona mundial del peso supergallo de boxeo en poder del español Kiko Martínez.
Frampton golpea insistentemente el saco ante la mirada de su entrenador, Barry McGuigan, excampeón mundial de peso mosca de boxeo y héroe de toda Irlanda, tanto de la del norte -parte del territorio de Reino Unido- y como de la república. Frampton no pelea como McGuigan. Su estilo es más completo y menos directo.
Pero detrás de las cuerdas sus historias son sorprendentemente similares. Católicos y protestantes McGuigan, quien es de origen católico, del pequeño pueblo de Clones, en el lado sur de la frontera, ganó una medalla de oro representando a Irlanda del Norte en los juegos de la Mancomunidad británica en 1978, se casó con una mujer protestante y se nacionalizó británico.
Frampton es un protestante que ganó dos títulos aficionados en Irlanda, una medalla de plata en los campeonatos europeos, se casó con una mujer católica y vive parte del tiempo en Inglaterra. "Carl está haciendo lo que yo hice", comentó McGuigan.
"Él es un rayo de paz y reconciliación y representa el futuro de Irlanda del Norte. Aunque ahora no es tan peligroso ya que no está el conflicto como lo tuvimos antes". McGuigan recuerda que los hombres con pasamontañas y armados no estaban dibujados en las paredes sino que eran reales, de carne y hueso. Pero incluso en esa época cuando habían soldados en las calles, grupos paramilitares, bombas explotando y civiles inocentes muriendo, el boxeo logró ser un elemento pacificador.
"Cuando estaba creciendo escuchaba las historias sobre Barry peleando en un club monárquico en la calle Shankill vistiendo una camiseta verde con el trébol", cuenta Frampton, quien nació dos años después de que McGuigan se convirtiera en campeón mundial al ganarle al panameño Eusebio Pedroza, pelea que vieron unos 20 millones de personas por televisión.
"Eso ocurrió en el punto álgido del conflicto en Irlanda del Norte, en la época en la que merodeaban los 'Carniceros de Shankill'. Pero cuando había boxeo no se escuchaba ni un pájaro". "Cuando Barry pasó a ser profesional apareció el viejo dicho 'Dejen la pelea a McGuigan'. No parece tan significativo, pero cuando él peleaba se detenían los problemas en las calles por un par de horas. Fue un héroe para las dos comunidades". "Allí estuve yo, un chico católico del sur peleando en el corazón de la Belfast unionista en el peor momento del conflicto", recordó McGuigan.
"Le ganamos a los alemanes del este, mi padre se paró a cantar y fue una noche brillante. El boxeo fue la única cosa que podía unir a la gente".
Imagen de paz
Casi 40 años después Belfast ha cambiado mucho, aunque no del todo. La casa de Frampton se encuentra en una zona mixta. El área protestante de Tiger´s Bay está separada del nacionalista y católico New Lodge por una cerca de nueve metros para evitar los lanzamientos de proyectiles y bombas molotov. De un lado ondea la bandera de la unión, del otro predomina el verde de Irlanda y los murales de los mártires republicanos.
"Me preguntan todo el tiempo si me hubiera gustado pelear por Gran Bretaña y la respuesta es no. Irlanda ha cuidado mi carrera durante 11 años y estoy orgulloso de pelear por Irlanda", explicó Frampton. "Todavía hay mucha tensión aquí, pero en general está bien y digo orgulloso que vengo de Tiger's Bay". Frampton confía en doblar nuevamente la resistencia de Martínez, a quien noqueó el año pasado en una pelea donde no hubo ningún título en disputa. Ahora, con la corona en juego, lo hará frente a 16 mil personas en un estadio construido para la ocasión. "Es una lección de humildad el saber que mucha gente me está apoyando en toda Irlanda y en Reino Unido".
En la calle un niño cubierto de tatuajes unionistas se baja de un auto y saluda apasionadamente a McGuigan. Otros niños salen corriendo a buscar un lápiz y un papel para pedir un autógrafo de Frampton. Es una imagen de paz, un católico y un protestante buscando juntos un título mundial.
Texto basado en un artículo de Ben Dirs, de BBC Sport.