Escuchar de forma continuada algún sonido o ruido demasiado alto no sólo provoca sordera con el tiempo, sino que también modifica nuestro cerebro de cara a la interpretación del habla, provocando una creciente dificultad para distinguir los sonidos del discurso, según el último estudio de la Escuela de Ciencias Conductuales y Cerebrales de la Universidad de Texas en Dallas (EEUU).
Los científicos realizaron un experimento con ratas afectadas por sordera moderada o severa tras un mes de haber sido expuestas al ruido, observando que los dos tipos de pérdida auditiva afectaban a la zona del cerebro que procesa sonidos; esta zona se iguala a una región cerebral del ser humano cuya función es procesar sonidos relacionados con el habla.
De hecho, en el grupo de ratas con pérdida auditiva severa, las ratas eran incapaces de distinguir entre ciertos sonidos y sus neuronas respondían con rangos de frecuencia más estrechos de lo normal. En el grupo de ratas con pérdida auditiva moderada también se produjo un cambio en la reacción de las neuronas. Estas respondían más despacio que en el grupo de ratas de control sin pérdida auditiva y necesitaban una estimulación sonora más intensa para captar los sonidos.
Pese a todo, estas ratas sí pudieron distinguir los distintos sonidos sin dificultad. El estudio, que ha sido publicado en la revista Ear and Hearing, la publicación oficial de la American Auditory Society, evidencia por primera vez cómo la pérdida de audición provocada por el ruido afecta no sólo físicamente sino también al reconocimiento de los sonidos del habla en el cerebro.
“Así como hemos fabricado las máquinas y los dispositivos electrónicos más potentes, el potencial de causar un daño permanente ha crecido enormemente. Incluso los reproductores de MP3 más pequeños pueden alcanzar niveles de volumen que son altamente perjudiciales para el oído en cuestión de minutos”, afirma Michael Kilgard, coautor del estudio.
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