Todas las derrotas duelen. Sea en el deporte y en el ámbito que sea. A nadie le gusta retirarse con la cabeza gacha, vencido. Y si esa caída se produce en la semifinal de la Copa del Mundo, la frustración es aún mayor.
La tristeza no solo es propiedad de los protagonistas. Eso esta muy claro. Arrastra a todos, desde dirigentes y familiares hasta, obviamente, los fanáticos. Este miércoles, tras la victoria de Argentina y la consecuente derrota holandesa, hubo una escena conmovedora en el estadio Arena Corinthians de Sao Paulo.
Fue cuando el delantero Arjen Robben se acercó a su familia, más precisamente, donde estaba su esposa y su hijo, quien lloraba desconsoladamente al ver como su selección y su padre caían en su afán de llegar a la final. La pasión y el fanatismo (bien entendido) no tiene edad. Y el amor por un padre no tiene precio ni medida.
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Por Jorge Chusit / Yahoo