El deportista austríaco de alto riesgo Felix Baumgartner, primer ser humano en romper la velocidad del sonido en caída libre, asegura haberse ganado el respeto de la gente por "el miedo" que infunden sus retos. Baumgartner achaca esa admiración no tanto a la dificultad de sus acciones como al hecho de que nadie se atrevería jamás a llevarlas a cabo, explica en una entrevista que publica hoy el diario francés "L'Équipe".
El austríaco, que participará los próximos 21 y 22 de junio en las 24 horas de Nürburgring (Alemania), una de las pruebas automovilísticas más peligrosas del circuito, asegura que al público le fascinó su salto al vacío porque era un salto a la oscuridad, a lo absolutamente desconocido, donde nadie querría ir.
En términos de preparación, Baumgartner compara aquella prueba con la carrera para la que ahora se prepara, al tiempo que subraya las diferencias: "Antes dependía de mí mismo, ahora comparto el coche con tres pilotos, lo que supone una presión hasta ahora desconocida". "En el salto me batía contra mí mismo, la gravedad, la tecnología; ahora lo haré contra mí, el resto, la gravedad, la tecnología", precisa.
Debutante en este tipo de pruebas, el austríaco, de 45 años, aspira simplemente a terminar la carrera con el coche intacto y a divertirse: "Soy realista, no puedo ganar".
En este sentido, reconoce que durante su famoso salto de octubre de 2012 "apenas pudo disfrutar" debido a todas las tareas que tuvo que llevar a cabo. "Me relajé por primera vez cuando se abrió el paracaídas y pude respirar oxígeno con normalidad", recuerda. Baumgartner decidió participar en las 24 horas de Nürburgring hace dos años, después de asistir a parte de la carrera invitado por Red Bull Stratos, el patrocinador de su salto supersónico.
De este nuevo reto, asegura, le seduce la precisión y la técnica que implica, así como la demanda de energía, concentración y disciplina. "Es necesario saber adaptarse al asfalto, a la lluvia a la oscuridad. Debo ser preciso en cada movimiento. Un fallo y estaré fuera. No puedo fallar", relata.
Convencido del rigor y el método a la hora de enfrentar este tipo de desafíos, prefiere no depender de la suerte para alcanzar sus logros, al tiempo que reconoce que su gran temor es terminar en una silla de ruedas. Su motivación, dice, no pasa únicamente por la diversión, sino por todo el proceso que acompaña al reto: "La preparación, la construcción del proyecto, eso es lo que más me gusta. Aprendo como si estuviese en la escuela".
EFE