El Barcelona homenajeó a Tito Vilanova y se despidió de la Liga en el tiempo añadido, con un cabezazo de Lafita que apagó todas las esperanzas azulgranas y catapultó las del Getafe en su lucha por la salvación. Tanto desfiló por el alambre el equipo de Martino que la justicia acudió al auxilio de un rival que mostró mayor determinación.
En el futbol existen los milagros. Si lo representó el jueves el Sevilla en Mestalla, la historia ofrece no pocos ejemplos y el FC Barcelona bien puede hablar de ello. Pero este Barça al que los milagros ligueros le abrazaron en la época del Dream Team fue el que se lo regaló al Getafe, al que este punto puede ser poco menos que un regalo para la salvación.
Fue un partido tan extraño como desalmado, que comenzó con la emotiva despedida del universo azulgrana a Tito Vilanova y acabó con la hinchada deprimida por una imagen desangelada de sus jugadores, involuntarios protagonistas de la machada del Getafe, animoso e iluminado en su rendimiento, siempre dispuesto a luchar sin desmayo y que cuando nada hacía presagiarlo conquistó su milagro particular.
El Barça, para mantenerse agarrado a lo imposible, precisaba ganar a un rival que acudía con el desespero como uniforme. Pendiente de todo, el equipo de Cosmin Contra plantó cara y aprovechó el emotivo ambiente con que comenzó el duelo.
El homenaje a Tito Vilanova, sentido por todo el estadio, abrumó al universo azulgrana y le dio atrevimiento al equipo madrileño, quien no tardó en avisar: no estaba en Barcelona de paseo.
Le costó entrar en juego al grupo de Martino, firme en su apuesta ofensiva y colocando a Pedro y Alexis como escuderos de Messi, quien superados los veinte minutos cazó con maestría el primer centro con lógica de Alves, raso para que la Pulga convirtiera su remate de primera con la izquierda en el gol inaugural de la tarde.
Calmado el ambiente, el golpe no rindió al Geta y las dudas aparecieron entre los azulgranas. Así se explicó la diana de Lafita, a la salida de una falta, invalidado en primer término por el auxiliar del árbitro pero confirmado por éste.
Un gol discutido y extraño, tanto como lo parecía para entonces un partido cada vez menos brillante y más enbarullado, en el que apenas las ganas de Messi y la pelea de Alexis mantenían al campeón.
La casualidad quiso que la apuesta por el futbol desembocara en el inmediato gol del Barça. A los 66 minutos sorprendió Martino dando entrada a Cesc por Mascherano, para jugar con tres defensas, apoyados por Busquets, y dar mayor protagonismo a la llegada de la segunda línea y fue el recién entrado el que se puso los galones para regalar una asistencia de oro que Alexis colocó en la red.
El Barça pudo lograr el 3-1 en un par de ocasiones como pudo el Getafe antes igualar, con su insistencia y ganas de sobrevivir.
El partido iba muriendo, las sensaciones, cada vez más frías, se hacían lugar en el ambiente y se daba por supuesto que el campeón sumaría los tres puntos para mantenerse agarrado al milagro.
Cuando todo se acabó, Jaime Gavilán volvió a dejar en evidencia que a Dani Alves eso de defender con tesón le suena a pasado lejano, se ganó el puesto en su banda y lanzó un centro desesperado. Y allí apareció con un salto imperial Ángel Lafita, en el minuto 92, para sentenciar el empate con un cabezazo enorme. Y que retrató la poca intensidad de un Barça que parecía de paso.
El Barça transita en un camino desconocido que le conduce a la nada. Ganar la Liga ya no es un milagro, sino una utopía. En un pasado lejano, a la que alumbraba la primavera el Barcelona se apuntaba a los imposibles. Eso ocurrió hace dos décadas, en plena efervescencia del Dream Team.
En el presente, la depresión es lo que alumbra por el Camp Nou. Ni acompaña el fútbol ni aparecen los resultados. Y crece la sensación de hastío. De tener ganas que esta temporada se acabe de una vez.
Por Jordi Blanco / ESPN