Quién fue… Shavarsh Karapetyan: el héroe que sacrificó su carrera deportiva por salvar las vidas de unos desconocidos
La historia de hoy es sobre un superatleta que, además de brillar en su deporte, demostró ser un auténtico héroe, pero un héroe de los de verdad, con mayúsculas.
Es la historia de Shavarsh Karapetyan. Nacido el 19 de mayo de 1953 en Kirovakan, República Soviética de Armenia, Shavarsh Karapetyan es, probablemente, el mejor nadador con aletas de la historia.
Bueno, primero habrá que explicar que existe una modalidad deportiva, no olímpica, que es la natación con aletas. Se trata de una disciplina muy popular en el Este de Europa y que viene a ser como la natación tradicional, pero con aletas o monoaleta, con tubo o sin él, y en distancias que oscilan entre los 50 metros y los 20 km.
Karapetyan, como les decía, era un crack. Durante su carrera de nadador, batió 11 récords del mundo y se proclamó campeón mundial 17 veces; campeón europeo, 13 veces y campeón de la URSS, 7 veces.
Estos logros le permitieron ser nombrado Maestro de Honor de Deportes de la Unión Soviética. Hasta que un día, su vida cambió para siempre. Era el 16 de septiembre de 1976. Como siempre, Shavarsh Karapetyan estaba entrenando con su hermano Kamo, realizando carreras (corriendo) de 20 km alrededor del Lago Yerevan, que da nombre a la capital de Armenia.
Se encontraba en carrera cuando de repente, oyó un fuerte ruido. Era un trolebús que, por algún motivo, había perdido el control, había caído al agua y se hundía con 92 personas a bordo.
Sin pensárselo dos veces, Karapetyan se lanzó a las contaminadísimas aguas del lago. Cuando llegó, el trolebús ya se había depositado en el fondo, a unos 10 metros de profundidad. Muchos de los ocupantes estaban inconscientes a causa del impacto (luego se supo que el conductor había sufrido un infarto).
Karapetyan tomó aire y se sumergió. En su contra tenía varias cosas: la temperatura del agua era bajísima. Además, al depositarse en el fondo del lago el trolebús, se había levantado una espesa capa de limos del fondo y la visibilidad era totalmente nula. Así, a ciegas, Karapetyan dio con el techo del vehículo, se asió con sus brazos y con las piernas rompió una de las lunas. Tenía que sacar como fuera a los ocupantes.
Fueron los 20 minutos más largos de su vida. Realizó unas 10 inmersiones y rescató a unas 30 personas, de las cuales 20 pudieron sobrevivir. En la novena inmersión, los testigos del accidente pudieron ver que tenía el cuerpo completamente cubierto de cristales clavados.
Tras sacar su trigésimo cuerpo del agua, Shavarsh Karapetyan se quedó inconsciente. Fue llevado al hospital y el diagnóstico era grave: hipotermia, neumonía bilateral y septicemia grave, provocada por el envenenamiento de su sangre debido al agua contaminada. Karapetyan pasó 46 días en coma, debatiéndose entre la vida y la muerte.
Finalmente se despertó, pero su acción tuvo consecuencias: Sus pulmones quedaron tan dañados que jamás podría volver a nadar. Aunque fue condecorado, su hazaña no se hizo pública hasta seis años después (ya sabéis como eran los soviéticos con eso de la libertad de prensa).
Un diario moscovita publicó su historia y sólo entonces las personas a las que rescató supieron de la identidad de su héroe. A los pocos días de la publicación del artículo, Shavarsh Karapetyan recibió más de 60.000 cartas de admiración y agradecimiento.
Pero por si fuera poco, años después, el 19 de febrero de 1985, un centro comercial de Yerevan se incendió y Karapetyan, que andaba por ahí cerca, no dudó en introducirse para de nuevo, salvar un buen número de vidas. Sufrió graves quemaduras que le tuvieron también varios días en el hospital. La vida siguió para Karapetyan, que en 1993, con la Unión Soviética desmoronada, emigró a Rusia, sin dinero, para empezar de nuevo.
Montó un negocio de reparación de calzado (la industria zapatera armenia tiene fama) en Moscú y lo bautizó con un significativo nombre: “Segundo aliento”. Ahora reside en la capital rusa y siempre recibe con una sonrisa al que quiera saludarle y comentar con él sus experiencias. Años después de su hazaña, Shavarsh Karapetyan todavía sigue atormentado con un hecho: “Sabía que podía hacer pocas inmersiones. Mi mayor miedo era cometer un error.
Estaba tan oscuro ahí abajo que no podía ver nada. En una de las inmersiones, agarré un asiento en vez de a un pasajero. Podía haber salvado a una persona más en su lugar. Ese asiento todavía me obsesiona y me quita el sueño“. Os dejo con un vídeo documental sobre Karapetyan. Está en ruso, pero las imágenes son bastante ilustrativas:
Por Eduardo Casado