El 14 de octubre de 2012 millones de personas en el mundo se congregaron delante de la televisión y de Internet para seguir una de las aventuras más peligrosas que ningún ser humano habia intentado hasta la fecha.
Un desconocido deportista extremo y exmilitar llamado Felix Baumgartner iba a lanzarse en caída libre desde más de 39 kilómetros de altura. Su única ayuda para aterrizar sano y salvo en la Tierra era un paracaídas.
Para poder completar el reto, Red Bull -marca patrocinadora- invirtió unos 50 millones de euros en un proyecto que antes de ese famoso salto le había permitido ya saltar otras dos veces desde alturas inferiores.
La capsula que le permitió ascender estaba diseñada a medida y el globo que la hizo ascender -relleno de helio- tenía un grosor de 0,002 centímetros, diez veces más fina que una bolsa de plástico.
La fase de ascenso duró un par de horas, durante las cuales la gente empezó a informarse sobre Baumgartner. Era un austriaco, adicto a la adrenalina y que había saltado desde la Torres Petronas de Malasia, el Cristo Redentor o las el Taipei 101 (el edificio más alto del mundo).
Además, también había cruzado el Canal de la Mancha con un traje especial de fibra de carbono. Todo aquello se quedaba en nada con el gran reto de saltar desde la estratosfera. Después de un par de horas de subida y de comunicar a la base que estaba preparado, Baumgartner se lanzó al vacío.
Segundos después comenzó a girar sobre sí mismo mientras el corazón de miles de personas se congelaba, sabedores de que ese era uno de los grandes peligros del salto. Pese a ello, el saltador austriaco recuperó la postura correcta poco después y el ritmo cardíaco de los espectadores volvió a relajarse.
Tras cuatro minutos y diecisietes segundos de caída, Baumgartner abría el paracaídas. No superó el récord de mayor tiempo de caída libre (aún en posesión de el capitán de las fuerzas armadas estadounidenses Joseph Kittinger, con cuatro minutos y treinta y seis segundos), pero sí logró superar la velocidad del sonido (alcanzó los 1.360 kilómetros por hora), la caída libre más alta y el vuelo en globo más alejado de la tierra.
Dos días después de aquello anunció su retirada del deporte extremo y anunció que se quería dedicar a pilotar helicópteros y a salvar gente; algo que al día de hoy no ha logrado.
Un año después de su gran hito el nombre de Felix Baumgartner aún resuena en la cabeza de mucha gente como el hombre aquel que saltó desde el espacio. Un aventurero que ayudó a la ciencia con su osadía y que decidió pasar al anonimato -al menos por méritos deportivos- pero que siempre será recordado en los libros.
Manu Albarrán/La informacion