Vettel, otra vez Vettel. El tricampeón del mundo conquistó la hostil tierra de Monza, donde el color rojo volvió a teñir un fin de semana con claro dominio de Red Bull. Los de la bebida energética modificaron lo necesario su coche para adaptarlo a un circuito rápido y donde importa más la velocidad punta que la tracción.
La cruz de la moneda la puso un Ferrari que llegó con ilusión y se fue con la cabeza baja y con la sensación de que no hay estrategia que valga para poder batir a un Vettel que está a un paso de su cuarto entorchado.
Ya el sábado Ferrari intentó rascarle unas décimas al crono con la táctica de los rebufos, gracias a la cual Fernando Alonso hacía su vuelta lanzada detrás de Massa. De nada sirvió: Vettel logró la 'pole' y Fernando acabó quinto.
El único punto positivo del Gran Premio llegó en la salida, cuando los dos pilotos de Ferrari reaccionaron rápido y lograron ganar posiciones. Detrás de Vettel, que se pasó de frenada en la primera curva y le hizo un pequeño plano a su neumático, se puso Massa, seguido de Webber y de Alonso.
El asturiano, agresivo y arriesgado como aquel que sabe que se lo juega todo en una carta, le atacó y le acabó superando en la vuelta tres y en una zonda donde no había DRS. El adelantamiento a Massa fue un puro trámite; ocurrió en el giro número ocho. Quedaban entonces 45 vueltas y la situación de la carrera era clara: Vettel estaba primero y Alonso, a cinco segundos, le perseguía. La única opción del asturiano para salir de Monza con opciones de pelear por el Mundial era ganarle la carrera.
Con el neumático dañado, Vettel era más rápido que Fernando. La ventaja llegó a los siete segundos. Empero, cuando las ruedas llegaban al final de su vida útil, era Alonso el que lograba rodar más rápido que su rival. Vettel, sin dudar, entró a boxes.
El español se mantuvo en pista, sabedor de que perdería tiempo en los siguientes giros, pero conociendo también que la única posibilidad era arriesgar por una táctica diferente y confiar en que la degradación de su rival fuera mayor y en el final de carrera pudiera rodar más rápido y, porqué no, adelantarle.
Alonso estiró sus neumáticos blandos un par de giros más, llegando al límite del tiempo que necesitaba para evitar que Webber le superara. El 'aussie' sí lo logró con Massa, que se quedó a las puertas del podio.
Durante el resto de las vueltas, Fernando sólo podía hacer dos cosas: primero, apretar todo lo que pudiera sin cometer errores; segundo, rezar para que a Vettel le pasara algo. Incluso se quejó por radio de que el teutón llevaba encendida la luz traser de lluvia, pero estaba claro que no iba a haber sanción de ningún tipo por una circunstancia tan nimia.
La preocupación de Alonso dejó de ser lo que había por delante para empezar a ser el bólido que veía por el retrovisor. Webber se pegó a su estela y le acechí durante casi veinte vueltas. Pese a la séptima marcha más larga que instaló Red Bull para esta carrera y pese al DRS, el australiano no era capaz de superarle.
Tras 53 vueltas, Vettel llegó primero a la línea de meta. Volvió a cruzar la bandera a cuadros el primero por sexta vez en la temporada. En Monza, territorio hostil, el alemán dio la que puede ser la estacada definitiva a Ferrari y a Alonso, que están a punto de agachar definitivamente la cabeza ante el que va a ser tetracampeón del mundo.
Ahora la diferencia entre ambos pilotos es de 53 puntos y sólo restan siete carreras. Mucho camino para tan poco coche. (Lainformacion.com)
