Nueve segundos y setenta y siete centésimas. Ese es el tiempo que ha necesitado Usain Bolt para volver a enfundarse la corona de mejor velocista del mundo que desde hace dos años llevaba su compatriota Yohan Blake.
El jamaicano venció en la recta del estadio Luzhniki en Moscú sin oposición alguna, haciéndose así con su segundo campeonato mundial de cien metros tras el logrado en 2009 en Osaka. Y todo bajo una intensa lluvia que aumentó las marcas.
El era el gran favorito y, por supuesto, el gran atractivo. Aunque en las series del sábado se le vio más apagado de lo habitual -pero no menos efectivo- en las semifinales del domingo despertó.
Las cámaras buscaron en él algo más que una simple imagen y él las correspondió con gestos y sonrisas. A la final llegó sobrado e intimidado por el americano Mike Rodgers, que corrió los últimos diez metros mirándole. Poco le importó a Bolt. Llegó a la línea de salida de la final relajado, como siempre. Hizo las delicias de los espectadores haciendo que sacaba un paragüas imaginario, mandó callar al anfiteatro y se concentró.
Eso sí, necesitó casi cincuenta metros para ponerse primero. Esta vez no quiso arriesgar como hace dos años en Daegu, evitando repetir otra salida nula que le eliminara. Cuando parecía que Gatlin podría superarle, Bolt aceleró e hizo que todos sus rivales sólo le miraran desde detrás.
En medio de la lluviosa noche, apareció el relámpago. Los cien metros fueron un paseo en progresión para un Bolt que se queda a dos medallas de igualar en número de preseas al mítico "Hijo del viento", el norteamericano Carl Lewis.
De momento, ya es Campeón del Mundo, para gozo de él, de Jamaica y de medio planeta, que agradece que el espectáculo del atletismo no dure sólo diez segundos.
Antes de comenzar la fiesta por su éxito le queda aún concentrarse para los 200 metros y el relevo 4×100. Si se lleva ambas medallas, entonces será por marcas y por palmarés el mejor velocista de siempre. Además, se puede convertir en el primer hombre que gana el 100 y el 200 en dos mundiales diferentes. Por Manu Albarrán/ lainformacion.com