El fallecimiento de once alpinistas en el Nanga Parbat, montaña de 8.125 metros cuya tremenda historia la hizo ganarse el apodo de la Montaña asesina, conmocionó al mundo en el inicio de la temporada de escaladas del Karakorum.
De tan trágica manera comenzaba la que ha sido la temporada más negra de la historia de la sucursal que el Himalaya tiene al norte de Pakistán. En los apenas dos meses propicios para el alpinismo en este rincón de Asia, han perecido 22 personas, cifra nunca alcanzada antes.
Sucedió el pasado 23 de junio, aunque en aquella ocasión no se trató de muertes sino de asesinatos, pues aunque fallecieron en el campamento base de la citada montaña, los once escaladores fueron víctimas de un atentado terrorista. Miembros de Junud-ul-Hifsa, facción del grupo terrorista Tehrik-e-Taliban Pakistan, TTP, vinculado a Al Qaeda, asaltaron por la noche el campamento base de la vertiente del Diamir, donde se concentraban expediciones de media docena de países.
Sacados de sus tiendas, once de ellos pertenecientes a China, Eslovaquia, Estados Unidos, Lituania, Nepal, Ucrania y Pakistán fueron fusilados allí mismo. La tragedia pudo tener unas proporciones más dantescas, ya que algunos lograron esconderse por los alrededores aprovechándose de la oscuridad y, sobre todo, por encontrarse medio vacío el campamento, ya que otros cuarenta montañeros estaban repartidos por los campamentos superiores de la ruta de escalada.
Del mismo modo, el día del ataque tampoco había ningún grupo de trekkers ni turistas en el campamento base. Nadie duda de que, si hubieran estado al pie de la montaña, unos y otros habrían corrido igual suerte que sus infortunados camaradas.
Amenaza al turismo de montaña
El atentado supuso un tiro de gracia a la que puede ser considerada única fuente de ingresos del país asiático: el turismo montañero, ya que cualquier otro tipo de visitantes han dejado de ir a este país musulmán precisamente por temor a los atentados. Hasta ahora, los montañeros se mantuvieron a salvo de la barbarie terrorista, aunque quienes conocen bien el mundo de las altas montañas se sorprendían de que los integristas no hubieran golpeado antes en un lugar tan sencillo para ellos: un puñado de tiendas de campaña llenas de occidentales, perdidos en los confines del mundo, sin la menor protección militar o armada.
Las autoridades de Pakistán procedieron a cancelar de inmediato todas las expediciones que estaban o se dirigían a dicha montaña, procediéndose a una investigación para localizar a los terroristas. Lejos de asustarse, éstos acaban de escribir el último capítulo de un suceso que puede condicionar el futuro del alpinismo en esta cordillera asiática.
El pasado 5 de agosto el vehículo en el que viajaban tres oficiales de la policía que investigaban la matanza, fue tiroteado a su paso por la localidad de Chilas. Fallecieron en el acto el superintendente Hilal Ahmed, el coronel Ghulam Mustafá y el capitán Ashfaq Aziz.
En los otros cuatro miles de Pakistán, K2, Broad peak, Gasherbrum 1 y Gasherbrum 2, se permitió continuar a las expediciones. De todas estas montañas ha sido el G1, también denominado Hidden peak, el que ha acaparado la mayor parte de las tragedias que continuaron a la masacre del Nanga Parbat.
Aunque antes le tocó su turno al Broad peak. Nada más iniciar el mes de julio, perdía la vida en las laderas de este monte que se eleva hasta 8.051 metros la alemana Dana Heide, víctima de una caída en los alrededores del campamento 3 de la ruta normal. En esta montaña de triple cumbre tuvo lugar la sorprendente apertura de una nueva ruta el 16 de julio.
Fue la actividad más notable de la temporada en el Karakorum aunque su desenlace empañó el brillo de la victoria. Después de trazar el itinerario por la cara Suroeste, los iraníes Aidin Bozorgi, Pouya Keivan y Mojtaba Jarahi iniciaron el descenso. En su búsqueda de la ruta normal, se extraviaron, desapareciendo a una altura de 7.500 metros. Tras tres días de búsqueda por los equipos de rescate fueron dados por muertos. No ha vuelto a saberse nada de ellos.
Inmediatamente, el Hidden peak, 8.068 metros, tomó el relevo en la tragedia. El primero en caer fue el polaco Artur Hajzer, excepcional alpinista polaco con siete ochomiles en su mochila y reinventor del himalayismo invernal. Su deceso fue el preámbulo de un drama que iba a afectar al alpinismo español.
Drama español
Días después, Xevi Gómez, Abel Alonso y Álvaro Paredes recorrían la misma ruta en la que cayó Hajzer para lograr la cumbre de la undécima montaña más alta de la Tierra. Al contrario que otros cuatro españoles, Óscar Cadiach, Patxi Gómez, Alfredo García y David López, quienes decidieron darse la vuelta por cansancio o la llegada del mal tiempo, ellos siguieron hasta lo más alto. En la bajada lograron comunicar que habían hecho cima, pero que el mal tiempo junto con su cansancio les obligaba a vivaquear por encima de 7.500 metros.
Tampoco volvió a saberse de ellos. Unas jornadas más tarde, ya con buen tiempo en el monte, Cadiach y Gómez subían a su vez a la cima, no encontrando el menor rastro de los desaparecidos. La semana pasada de nuevo el G1 regresó a los noticiarios, al perecer en la montaña el checo Zdenek Hruby después de haber trazado una nueva ruta en la cara Suroeste del monte. Se trata de uno de los mejores himalayistas del momento, con ocho ochomiles en su historial.
El continuo mal tiempo minimizó los ataques en el K2, la segunda altura del globo y el ochomil más difícil. Entre ellos, destacar el de Alex Txicon y Félix Criado, quienes intentaron varias veces la cima, desistiendo igual que el resto de continuar debido a la acumulación de nieve. Sí que continuaron el reconocido guía neozelandés Marty Schmidt y su hijo Denali, quienes alcanzaron el campamento 3, a 7.200 metros, en la ruta normal de la montaña. Una avalancha nocturna los barrió de la montaña mientras dormían.
Ninguna escalada al K2
El resumen de una temporada en la que la crisis primero y el atentado terrorista del Nanga Parbat, redujo el número de alpinistas en el Karakorum. El K2, por ejemplo, solo ha sido intentado por 19 alpinistas occidentales, convirtiéndose en la menos concurrida de las últimas décadas, una temporada en la que el elevado número de muertos se ha equiparado con el escaso de las ascensiones realizadas, excepto en el Gasherbrum 2, considerado uno de los ochomiles más fáciles.
De esta manera, en el K2 se han producido dos muertes y ninguna escalada. El Nanga Parbat vio asesinar a 11 alpinistas y conoció cuatro ascensiones aunque por la vertiente del Rupal, opuesta a la del atentado. El Broad peak tuvo 6 ascensiones y 4 muertos, mientras que en el Hidden peak subieron 17 y murieron 5. Por su parte, en el citado G2 alcanzaron cima 28 alpinistas y no se produjo ninguna muerte. (Elmundo)