Anna Lazar es de Moscú. Trabajaba en un canal de música ruso con el que viajaba grabando y editando vídeos sobre gente relevante del mundo del deporte, de la música y del arte.
Siempre le gustaron los deportes extremos como el snowboard o el esquí pero fue en un viaje a Tailandia donde descubrió el surf y, casi sin querer, le cambió la vida.
En las playas de Phuket aprendió a bailar sobre las olas gracias a los surferos locales, que le enseñaron por muy poco dinero. Desde entonces, el surf se convertiría en su vida.
Viajó a Bali y allí terminó de enamorarse de este deporte y de su actual pareja, al que se refiere tiernamente como “el que me enseñó a ser un pez en el agua'', en una entrevista concedida a lainformacion.com. Y es que esta joven rusa de 28 años es feliz surfeando, incluso con tacones, como se puede ver en las fotos, durante el evento 'High Heels Contest', que se celebró hace unas semanas en Bali.
Anna Lazar y un grupo de jóvenes y bellas surfistas rusas se ajustaron taconazos de entre 8 y 10 centímetros, se tumbaron sobre la tabla, remaron las olas y… ¡voilá! otra forma divertida de surfear. Anna explica que la idea de organizar este concurso de surf sobre zapatos con plataforma nació de forma casual.
“Tuve una alumna a la que le encantaba el baile y el ballet, y un día me preguntó si podía surfear con zapatos de tacón para hacerse algunas fotos. No quise desaprovechar la idea y organicé un concurso de surf en tacones”, recuerda. La ‘surfera’ rusa reconoce lo difícil que es practicar surf subida en zapatos altos.
“Tienes que ser amigo y compañero del equilibrio”, asegura. Y no sólo eso: “En la primera ronda perdí uno de los zapatos y, a partir de entonces, tuve que pegarlos con cinta adhesiva para que no se me salieran”. Desde hace ya tres años,
Anna disfruta de esta vida envidiable: “una vida sin rutina en Bali, un lugar donde ningún día es igual a otro”. Trabaja donde más feliz se siente, en la playa. Disfruta cada día y es que, como suele decirse: “es mejor un día malo de surf, que un buen día en la oficina”.
Por eso, cuando le preguntamos si tenía pensado volver a Moscú, la respuesta fue rotunda: “¿A la fría y lejana Rusia? Ni de broma…”