Hablar el día de hoy de Roland Garros es hablar del torneo de tenis más importante del mundo sobre tierra batida. Así lleva siendo desde que el antiguo Campeonato Francés dejara de denominarse así para honrar la memoria de uno de los héroes franceses de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, hasta entonces, Roland Garros tan sólo era el nombre de un aviador galo valiente, creativo e innovador. Hasta 1928 el actual torneo de Roland Garros era conocido como Campeonato Francés de tenis y hasta 1925 sólo participaban en él tenistas franceses o tenistas extranjeros socios de clubes franceses.
Fue el gobierno francés quien decidió que el estadio que se estaba construyendo en París para albergar la Copa Davis rindiese homenaje a Roland Garros con su nombre en 1928. Por extensión, y a partir de ese año, el torneo también pasó a llamarse así.
Roland Garros nació en 1888, en el seno de una familia sin problemas económicos y muy ligada al ejército (su padre era consejero del Canciller General). Era un gran aficionado al ciclismo y al tenis, pero no fue por ello por lo que años después de su muerte -en 1918, cuando estaba a punto de terminar la Primera Guerra Mundial- el Grand Slam sobre arcilla pasó a tener su nombre.
La razón de que Francia le rindiera tal homenaje fue su capacidad y su atrevimiento a la hora de volar y de innovar en los aeroplanos. Su afición por el pilotaje comenzó siendo un adolescente y desde muy joven fue piloto de exhibición, además de participar en el circuito europeo, en el cual debía recorrer 1700 kilómetros en once etapas.
Pero su primera gran hazaña llegó el 23 de septiembre de 1913. Aquel día, Garros se convirtió en el primer piloto de la historia en cruzar el Mediterráneo en menos de ocho horas. Lo logró por siete minutos y eso pese a haber tenido problemas con el motor en mitad del vuelo y a quedarse casi sin gasolina antes de aterrizar en su destino.
AVIADOR E INGENIERO
Una vez logrado aquel éxito, se apuntó a la aviación francesa en 1913. Un año después comienzó la Primera Guerra Mundial. Junto a sus compañeros de la escuadrilla M23, se convirtió en uno de los primeros pilotos de guerra. Y es en medio de este conflicto bélico cuando llegaría su segunda gran aportación que le valdría para ser un héroe en Francia.
Las avionetas de aquel año tenían un gran problema: las ametralladoras disparaban desde detrás de la hélice delantera y muchas balas golpeaban las palas de la máquina, lo que podía hacer que un piloto se derribara a a sí mismo.
Roland Garros lo solucionó reforzando las palas de la hélice con unas placas de acero que formaban deflectores y que protegían a la estructura de recibir daños en caso de ser golpeadas por las balas. Hasta 1918 eleva su leyenda de piloto, cuando un avión alemán le derriba y es capturado.
Entonces el ingeniero teutón Anthony Fokker estudia su aeronave y se basa en ella para crear una ametralladora que estuviese conectada a la hélice del avión de modo que la primera sólo disparara cuando alguna pala no pasaba por delante del cañón.
De poco le sirvió esta importante novedad al ejército alemán, que meses después acabaría rindiéndose. Pese a que quedaba poco para el fin del conflicto, Roland Garros -que logró escapar de sus captores y volver a combatir en el aire- fue alcanzado por balas enemigas y abatido mortalmente en octubre de 1918. Él moría en combate pero su leyenda quedaría viva.
Tanto perduró que una década después, el gobierno francés se acordó de él para nombrar un estadio de tenis. Tanto dura su leyenda que, casi cien años después, millones de personas en todo el mundo dicen su nombre. Quizá pocas sepan quien fue, pero al menos en sus bocas, el nombre de Roland Garros sigue existiendo./Manu Albarrán