Por Andrés Pascual
La pelea por el número 1 en el escalafón super-welter entre el cubano Erislandi Lara (en la foto disfrazado chapuceramente de mexicano a lo Mantequilla, papel que le quedó muy grande) y Alfredo Angulo, es de pronóstico reservado.
¿Qué quiere decir esto? Que apostarle a cualquiera de los dos pudiera ser un fracaso por condiciones naturales e influencias negativas que tienen cada uno de ellos, lo mejor sería no opinar y observar el encuentro.
Angulo no es un boxeador malo ni bueno, sencillamente no es boxeador, sino el tipo de gladiador que sale hacia el contrario buscando el golpe que decida y solo eso hace, mientras, le ponen una zapatería criolla en la cara. Ahora, si adivina con un bombazo puede ganar, siempre y cuando el oponente sea de gelatina en las piernas, porque pega, pero sin nocao punch, por lo que no clasifica como el pegador más fuerte del boxeo actual ni mucho menos.
Parte de su entretenimiento personal, “asesorado” por su trainer Virgil Hunter, el Perro lo ha estado invirtiendo en señalar a Jorge “La Pantera Silva” como infractor de reglas por “dopado” en la pelea que celebraron el pasado 15 de diciembre, que Angulo perdió de forma apabullante. Silva ha ripostado la acusación sin fundamento conminándolo a “dejar de llorar” y enfocarse en el compromiso contra Lara mañana en California.
La Pantera agregó que le gustaría volver a entrarle a palos a Angulo y ratificó: “que firme otra, yo estaré esperando”. Por supuesto que Lara es mucho mejor boxeador que Angulo y también puede noquear, sin embargo, padece de una enfermedad muy peligrosa para aspiraciones mayores: es temperamental, visto sobre el ring, el tipo que un día sube y parece un fenómeno y en la próxima ni tira ni esquiva, dejando su imagen en condición deplorable.
Si el antillano tiene “un día bueno”, según su personalidad y su estado de ánimo, gana; si no, la pelea es pareja con ligera ventaja para Alfredo. Ya veremos…