Por ALFREDO MERINO
Edmund Hillary y Tenzing Norgay alcanzaron la cima del Everest en 1953 abriendo una ruta por el collado sur.
Son las 11:30 de la mañana del 29 de mayo de 1953, cuando dos hombres exhaustos terminan el mundo. Han estado cinco horas caminando al límite. Un esfuerzo tremendo donde su cerebro abotargado sólo ha sido capaz de dar una orden: seguir adelante, un paso tras otro. Sin apenas aire en los pulmones, las palpitaciones en las sienes atenúan el ruido del viento. ¿Serán capaces de llegar? Con la boca abierta como pez fuera del agua, de repente comprenden que ya no hay nada más.
Después de recorrer el filo inestable apoyado sobre el vacío, lo han logrado. Edmund Hillary y Tenzing Norgay alcanzan la anhelada cumbre del Everest, 8.848 metros, el punto más elevado de la Tierra. Las montañas más altas de la Tierra eran territorio desconocido y ni siquiera se sabía cuál era el camino para alcanzar su base.
De hecho, hasta entonces Nepal estuvo cerrado a los extranjeros. Los británicos querían ser los primeros en el Everest y, para conseguirlo, encomendaron la expedición a un militar con experiencia. Hunt dispuso de todos los medios a su alcance, entre ellos a los mejores alpinistas del imperio británico. Su método castrense, donde lo primero fue el objetivo final, sacrificándose incluso a sí mismo, dio el fruto perseguido durante décadas.
Los años 50 vieron cómo el exacerbado nacionalismo, que siguió a la Segunda Guerra Mundial, encontró en las montañas más altas de la Tierra un escenario insuperable en su conquista de la expresión máxima de poderío que un país podía mostrar al mundo. Las grandes potencias alpinas se repartieron las cimas. Por historia y tradición, el Everest era británico. Fueron ellos quienes descubrieron que el Pico XV era el más elevado de la Tierra. Ellos le pusieron nombre y fueron los primeros que exploraron el largo camino hasta el pie de la cara norte, en los inicios del siglo XX, la única accesible.
Británicas fueron las primeras expediciones y británico era, es y será el héroe absoluto del techo del mundo: George Leigh Mallory. El misterio del Everest Cuando en 1999, 75 años después de su desaparición, fue encontrado su cuerpo a 8.150 metros en mitad de la cara norte del Everest, resucitaron todas las dudas que provocó su escalada.
Es el mayor misterio no sólo del Everest, sino de la Historia del alpinismo. ¿Alcanzó realmente Mallory la cima de la montaña junto con su compañero, Sandy Irvine? ¿Lo hizo él solo? ¿Murieron mientras se retiraban o fue en la bajada de la cumbre? La expedición británica de 1924 se acercó al Everest por Tíbet y no tardó en alcanzar el collado norte, a 7.100 metros.
El 4 de junio Edward Norton, que dirigía al grupo, y Howard Somervell lanzan un primer ataque a la cima. Iban sin oxígeno embotellado y el primero alcanzó una altura de 8.573 metros, solo 275 metros por debajo de la cima. El 8 de junio le tocó el turno a Mallory. Elige a Irvine como compañero y llevaban botellas de oxígeno. Noel Odell les vio partir.
Según escribió más tarde, a las 12:50 divisó a un punto encima de «una roca prominente», que podría ser el difícil segundo escalón o el tercero, ya bajo la pirámide cimera. «Otro punto negro —continúa Odell— se hizo visible uniéndose al primero en la cresta. El primero se acercó al escalón y lo subió enseguida, el segundo hizo lo mismo». Tras ello, las nubes taparon la arista y no se les volvió a ver nunca.
Cuando desde el collado norte contemplas el Everest sólo puedes decir «¡Dios, qué cerca está!», parece que puedes alcanzar la cima en pocas horas de caminata. No es así y aún hay que montar dos campamentos y sufrir una larga y última jornada de más de 12 horas extremas. Por encima del segundo escalón, donde Odell vio a Mallory por última vez, la cumbre se ve aún más cerca, se diría que casi puede tocarse con la mano.
La obsesión de Mallory por ella era tal, que es difícil pensar que al verla se diese la vuelta. El torso desnudo de Mallory, inmaculado como una estatua de mármol, fue sepultado bajo un 'cairn' de piedras sin revelar ningún secreto. Tal vez nunca se sepa.
Lo primero que hizo Hillary cuando alcanzó la cima del Everest fue comprobar si había algún testimonio de que Mallory había estado allí en 1924. No encontró nada, así que se entretuvo en contemplar un paisaje único y en tomar sólo tres fotos a su compañero Tenzing. Cuando éste se ofreció para retratarle a él, Hillary declinó. Tan insólita decisión despertó enormes controversias y dudas nunca demostradas, llegándose a cuestionar si realmente fue el neozelandés quien alcanzó la cima y no el sherpa Ang Nima, que subió con ellos la víspera hasta 8.500 metros y con George Lowe y Alfred Gregory.
La razón que aducen es que los británicos no podían haber consentido que fueran dos sherpas los que subieran y no ningún británico. Sólo les valía el triunfo La expedición de 1953 se compuso de más de 400 personas, incluyendo alpinistas, sherpas y porteadores. Acarrearon desde Katmandú al Everest más de ocho toneladas de material, incluyendo un pequeño cañón, al fin y al cabo John Hunt era militar, por si era necesario provocar alguna avalancha.
Ellos tenían que subir a toda costa. La presión era enorme, ya que los suizos casi lo habían conseguido el año anterior, cuando Lambert y el propio Tenzing alcanzaron 8.500 metros. Los franceses tenían permiso para 1954 y los suizos para 1955. Ellos no podían volver a intentarlo como pronto hasta 1956, así que decidieron echar el resto.
Tardaron 43 jornadas en alcanzar el campamento base, pues partieron andando desde la capital de Nepal. El 12 de abril establecieron el campamento base. Durante 47 días fueron abriendo la ruta, prácticamente desconocida (sólo había pasado por allí una expedición suiza el año precedente), y montando los campamentos. El último, el IX, a 8.500 metros, fue donde pasaron la última noche antes de hacer cima Hillary y Tenzing.
A partir de entonces, las ascensiones se sucedieron con cuentagotas. La segunda ascensión corrió a cargo de los suizos, quienes en 1956 colocaron a cuatro alpinistas en la cima. La segunda se retrasaría hasta 1960 y fue protagonizada por una gran expedición china que recorrió la arista noreste, donde desaparecieron Mallory e Irvine.
Hasta los 80, las escaladas eran bastante esporádicas y los primeros 25 años sólo se subió 70 ocasiones. La número 1.000 se hizo en 1999, de manera que en los últimos 14 años se ha subido 5.000 veces. El último gran reto de la exploración La masificación es el último suceso de la historia de una montaña tan intensa, que la simple enumeración de sus hechos destacados ocuparía cientos de páginas. No es el objetivo de este especial, que sí quiere remarcar la importancia de aquella primera escalada del Everest, el último gran reto geográfico y de la exploración moderna. Una gesta intentada desde que se conoció la existencia de la montaña, 97 años antes de su conquista.
Una hazaña que, no lo olvidemos, se consiguió sólo 16 años antes de que el hombre pusiera por primera vez el pie en la Luna, en 1969, y 42 años después de que el noruego Roal Admunsen y sus compañeros alcanzaran el polo Sur. Han pasado seis décadas y a pesar de la banalización y comercialización de su escalada, la cima más alta del mundo es anhelada por todos los que sienten el espíritu de la montaña y la aventura.
Quien finalmente consigue poner el pie en lo más alto, sigue el camino que trazaron hace ahora justo 60 años dos hombres excepcionales, convirtiéndolo en la materialización de un esfuerzo común y en una de las más remarcables aventuras de los tiempos modernos.